“Light novels.” El fenómeno literario que arrasa en Japón.

Portada de "Bakemonogatari", de Nisio Isin

Fragmento de la portada de la edición anglosajona de “Bakemonogatari”, de Nisio Isin, publicada por la editorial Vertical Inc.

Las “light novels” o “novelas ligeras” (ライトノベル raito noberu, también llamadas ラノベ  ranobe) son un tipo de literatura exclusivo de Japón, y hasta hace poco completamente invisible para Occidente, pero que se está abriendo un hueco en el mercado más allá de las fronteras de su país de origen. El término “light novel” es un wasei-eigo, es decir, un pseudoanglicismo que sólo se usa en Japón, y que no es reconocido, ni utilizado por los hablantes nativos del idioma. De ahí nace el mayor problema para definir lo que son las light novels, ya que el propio nombre puede llevar a engaños, e incluso los mismos japoneses tienen problemas para ponerse de acuerdo sobre su significado.

Aunque se podría pensar que se llaman “novelas ligeras” por su extensión, no es el caso, ya que suelen tener una media de 50.000 palabras, que es más o menos el equivalente a una novela anglosajona. Por otra parte, muchas tienen un léxico y una gramática simples para llegar al público más joven, pero tampoco es el denominador común de todas ellas. Este último punto es interesante debido a que, aunque se ha propuesto utilizar el término “young adult” occidental para definirlas, los editores japoneses son reacios, ya que no quieren cerrarse a una única demografía.

En última instancia, hay que entender que light novel” no es una clasificación literaria (como podría ser “ciencia ficción” o “thriller“), sino más bien el resultado de un movimiento de marketing promovido por las empresas que monopolizan el mercado (al estilo de lo que ocurre con DC y Marvel en el sector del cómic estadounidense). Aunque sí existe un elemento común a todas las novelas ligeras que, si bien no es definitivo, ayuda a reconocerlas: sus portadas e ilustraciones de estilo manga (cómic japonés).

Los orígenes de las novelas ligeras

“Es como si fuera su manera natural de ser, con esa expresión fría en el rostro, leyendo en una esquina de la clase. Concentrada en construir muros a su alrededor.

Como si fuera natural para ella estar allí.

Como si fuera natural no estar aquí.”

Nisio Isin, “Bakemonogatari, Historia de Monstruos.”

(Traducción propia)

La historia de las novelas ligeras se remonta a las revistas pulp japonesas de entre los años 10 y 50. Al igual que sus homólogas estadounidenses, como la famosa Weird Tales (para la que escribió H. P. Lovecraft), eran publicaciones con relatos de fantasía, ciencia ficción y detectives. Ya en aquel entonces los escritores de dichas revistas estaban abiertos a la influencia occidental (admiraban especialmente obras como 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne, y Los Crímenes de la Rue Morgue, de Edgar Allan Poe).

De este período datan Ogon Batto (1930), de Takeo Nagamatsu (considerado como uno de los primeros superhéroes de la historia, anterior incluso a Batman y Superman), y las aventuras del detective Homura Soroku (1937-1938), de Sano Soichi (influenciado claramente por el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle). También, y como precursores de un género tan típicamente japonés, existían relatos de “magical childs“, o niños con poderes, como es el caso de Madojiden (1916) de Murajama Kaita.

La cultura pulp en Japón durante la posguerra

Tras el final de la II Guerra Mundial en 1945, y coincidiendo con el nacimiento del manga moderno, las revistas pulp del País del Sol Naciente comenzaron a tener un carácter propio, y a vincularse con el mercado del cómic nacional. Para la década de los 70, la inmensa mayoría de estas revistas habían abandonado las ilustraciones tradicionales en favor de la estética manga y anime (series de animación japonesas). Por otro lado, las editoriales comenzaron a publicar en formato de novela aquellas historias que más gustaban a su público.

Segundo volumen de Slayers

Portada del segundo volumen de “Slayers”, de Hajime Kanzaka, “La Hechicera de Atlas.”

La primera gran revolución, y que sentó las bases de todo lo que vendría después, vino con el gran éxito de La heroica leyenda de Arslan (1986 en adelante), saga de novelas de fantasía épica de Yoshiki Tanaka, y sobre todo con Slayers (1989-2000), que parodiaba los tópicos de la espada y brujería tradicionales. Esta última fue adaptada a una serie de animación, que en España fue conocida como Reena y Gaudi, y se emitió durante los años 90.

La llegada del nuevo milenio

“—Me llamo Haruhi Suzumiya. Vengo de la escuela de secundaria del Este.

Hasta este punto parecía normal. Darme la vuelta para observarla era demasiada molestia, así que seguí mirando al frente. Su voz prosiguió diciendo:

—No tengo ningún interés en los insignificantes humanos. Si hay por aquí algún alien, viajero del tiempo o “esper” con poderes paranormales, que venga a verme. Eso es todo.”

Eso sí hizo que me diera la vuelta.”

Nagaru Tanigawa, “La melancolía de Haruhi Suzumiya.”

Pese a las buenas ventas de algunos títulos, el mercado de las novelas ligeras seguía siendo muy minoritario en comparación con otras formas de entretenimiento. Sin embargo, en 2003 llegó el gran mazazo que cambió para siempre su panorama: la publicación del primer volumen de La melancolía de Haruhi Suzumiya, de Nagaru Tanigawa, una historia de ciencia ficción, misterio, y fenómenos paranormales.

Portada de Haruhi Suzumiya

“Las inquietudes de Haruhi Suzumiya”, sexto volumen de la obra de Nagaru Tanigawa.

Este escritor tuvo un éxito sin precedentes, que abrió las puertas a autores posteriores para que siguieran sus pasos, e hizo que los editores vieran negocio en esta forma de arte. Para 2007, el primer volumen de Haruhi Suzumiya había vendido más de 4 millones de copias, y en total se han impreso 16,5 millones de ejemplares de la serie en 15 países, 8 millones sólo en Japón.

Aumento de popularidad

“Desde una ventana del castillo, un par de ojos de jade observaban las pequeñas figuras del padre y de la hija jugando en la entrada del bosque.

La joven mujer, de pie en la ventana, estaba lejos de parecer débil o efímera. Tenía el pelo rubio ligero y suave, y llevaba un vestido, de estilo arcaico, que envolvía su esbelto físico. […] Era alguien que no parecía encajar en el escenario de invierno del melancólico castillo Einsbern.

—¿Qué es lo que estás mirando, Saber?

Mientras Irisviel la llamaba por detrás, la joven en la ventana se dio la vuelta.

—A Kiritsugu y a tu hija, que se encuentran jugando en el bosque.”

Gen Urobuchi, “Fate Zero.”

Tras Haruhi Suzumiya, surgieron otros títulos que se ganaron a su público por derecho propio. Podríamos citar el caso de Fate Zero (2006-2007), de Gen Urobuchi, un thriller psicológico de fantasía oscura. Precisamente, 2006 marcó el auge de las novelas ligeras, que aumentaron sus ventas año tras año, consiguiendo que toda una generación de jóvenes japoneses (y cada vez más de otros países) descubrieran el placer por la lectura.

Cuatro volúmenes de Fate Zero

Portadas de los cuatro volúmenes de “Fate Zero”, de Gen Urobuchi.

La lista de trabajos y autores es tan larga, en un medio que se ha vuelto tan prolífico, que resulta difícil nombrarlos a todos. Existen novelas ligeras para todos los gustos: de comedia, drama, romance, erotismo, ciencia ficción, fantasía, policíacas… Por citar algunas: Spice and Wolf (2006), de Isuna Hasekura; Toradora! (2006-2009), de Yuyuko Takemiya; Sword Art Online (2009 en adelante), de Reki Kawahara; No Game No Life (2012), de Yuu Kamiya; Re:Zero (2012 en adelante), de Tappei Nagatsuki; KonoSuba (2012 en adelante), de Natsume Akatsuki; Yojo Senki (desde el 2013), de Carlo Zen; o Goblin Slayer (desde 2016), de Kumo Kagyu. Todas estas sagas se caracterizan, como se ha podido deducir, por su larga duración, gran número de volúmenes, y por haber sido adaptadas a distintas series de animación.

Dignificando las novelas ligeras

Mención aparte merece la obra del novelista Nisio Isin (escrito a menudo como NisiOisiN, para enfatizar que su nombre es un palíndromo), considerado por muchos críticos como uno de los grandes renovadores del medio en las últimas décadas. Su estilo se caracteriza por ser autorrefencial, mezclar drama y comedia, romper la cuarta pared en repetidas ocasiones, largos diálogos, complejo subtexto, y protagonistas femeninas de carácter fuerte, personalidad muy marcada, y psicología compleja.

“—Oh, ya veo —murmuró Senjougahara, sonando decepcionada—. Tenía pensado hacerte todo tipo de cosas de tener la oportunidad. Qué mal.

—Eso suena como algún tipo de grotesca conspiración a mis espaldas…

—Qué grosero. Sólo iba a &% en tu /- después de *^ allí.

—¡¿Qué significan esos símbolos?!

—Y quería hacerte esto y aquello también.

—¡¿Qué se supone que sugiere ese subrayado?!”

Nisio Isin, “Bakemonogatari, Historia de Monstruos.”

(Traducción propia)

De este prolífico autor podemos destacar obras como Zaregoto (2002-2005, novelas de misterio, suspense, y asesinatos), Katanagatari (2007-2008, las peripecias de un espadachín sin espada) y, sobre todo, su mayor éxito: la saga Monogatari (desde 2006, significa literalmente “historia”, una sucesión de relatos que entrelazan el costumbrismo más prosaico, con la fantasía más alocada).

Portada de Nekomonogatari

Portada de la edición anglosajona de “Nekomonogatari Shiro” (“Historia de un gato blanco”), de Nisio Isin.

Un futuro prometedor

En la actualidad, si atendemos a las cifras, el mercado de las novelas ligeras es un negocio en alza. En Japón está ampliamente consolidado, y da trabajo a numerosos editores, correctores, escritores, e ilustradores, siendo estos últimos, por lo general, los más renombrados artistas gráficos de portales como Pixiv. Fuera de su país de origen, cada vez consiguen más lectores en el mundo anglosajón, pues muchas de las obras populares se traducen al inglés. Por otro lado, comienzan a adentrarse en el mercado hispanohablante, aunque tímidamente, con apuestas como la de Planeta con su traducción de Re:Zero.

Espero que las editoriales se den cuenta pronto de que las novelas ligeras tienen un público, fiel además, y que valora más que otros lectores el hecho de comprar en formato físico sus obras favoritas.

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