Septiembre medieval III. Romancero clásico español

Si es posible que haya alguien que no ha leído el Romance del prisionero, pues… hoy va a poder hacerlo en este tercer artículo dedicado a la literatura medieval española. Esta vez nos vamos al Romancero, esa compilación de textos, de origen derivado de la tradición oral, que seguro que todos recordamos de nuestras lecturas colegiales. Pero siempre es buen momento para echarles un vistazo. Estos son tres de los más famosos.

Una clasificación

La propuso Menéndez Pidal, pero hay algunos romances que pertenecen a más de una categoría.

  • Los históricos tratan temas históricos o legendarios pertenecientes a la historia medieval española, etc.
  • Los novelescos reúnen el mayor número de romances y su temática es muy variada.
  • Los épicos y legendarios que cuentan las hazañas de héroes históricos y se basan en los cantares de gesta franceses.
  • Los tradicionales, vulgares o de ciegos cuentan hechos sensacionalistas, como crímenes, hazañas de bandoleros, milagros, etcétera.
  • Los fronterizos narran los hechos ocurridos en la frontera de España durante la lucha contra los moros en la época de la reconquista.

Romances más famosos

Romance del prisionero

Una de las obras maestras del Romancero español, traducida a todas las lenguas, y posiblemente sea la más famosa de todas.

Que por mayo era, por mayo,
cuando hace el calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,

sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
déle Dios mal galardón.

Romance del Conde Arnaldos

¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un halcón en la mano
la caza iba a cazar.
Vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de un cendal;
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar hacía en calma,
los vientos hace amainar,

los peces que andan al hondo
arribalos hace andar,
las aves que van volando
al mástil van a posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-Por Dios ruego, marinero,
dígasme ahora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.

Romance de Amenábar y el rey don Juan

Este es también otro de los más populares. Es un romance morisco con la base histórica de que en 1431 el rey Juan II de Castilla llegó a Granada con el moro Abenámar, al que reconocieron como rey de la ciudad.

—¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía
que mentira no dijese, que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!

—El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita,
los otros los Alixares, labrados a maravilla.
El moro que los labraba cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra, otras tantas se perdía.
El otro es Generalife, huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría;
daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería.



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