Año Jubilar Teresiano. 5 poemas de Teresa de Jesús en su cumpleaños
Estamos en pleno primer Jubileo Teresiano, que comenzó el 15 de octubre del año pasado (fiesta de Santa Teresa de Jesús), y se prolongará hasta el 15 de octubre de este 2018. Y parafraseando a Enrique IV, una visita a Ávila bien vale siempre una misa. Pero si además este año queremos indulgencia divina a través de la santa, todavía hay más razones para cruzar las murallas y comerse un chuletón como último pecado de gula a perdonar. Lo que no tiene perdón es no haber leído a Teresa de Cepeda y Ahumada, que nació un día como hoy de 1515.
Pero en esta vida todo tiene remedio menos la Parca, como todos sabemos. Así que desde aquí, y en su memoria, escojo estos 5 poemas que nos dejó esta Doctora de la Iglesia, referente máximo de la poesía mística.
Breve apunte sobre Teresa de Jesús
La vida de Santa Teresa y su evolución espiritual se pueden seguir a través de sus obras autobiográfica como La vida, Relaciones espirituales o el Libro de las fundaciones (que empezó en 1573 y publicó en 1610). También están sus casi quinientas cartas. Fundó la Orden de las Carmelitas Descalzas y también fue su gran reformadora junto a San Juan de la Cruz. También escribió Camino de perfección, Las moradas o Castillo interior.
Componía poesías ocasionalmente, inspirada en poemas y rimas pastoriles y literarios que aprendió en su juventud. Entonces también era aficionada a los libros de caballerías. Elijo estos 5 que seguramente sean mis preferidos.
Poemas
Coloquio amoroso
Si el amor que me tenéis,
Dios mío, es como el que os tengo,
Decidme: ¿en qué me detengo?
O Vos, ¿en qué os detenéis?
-Alma, ¿qué quieres de mí?
-Dios mío, no más que verte.
-Y ¿qué temes más de ti?
-Lo que más temo es perderte.
Un alma en Dios escondida
¿qué tiene que desear,
sino amar y más amar,
y en amor toda escondida
tornarte de nuevo a amar?
Un amor que ocupe os pido,
Dios mío, mi alma os tenga,
para hacer un dulce nido
adonde más la convenga.
Nada te turbe
Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Solo Dios basta.
Vivo sin vivir en mí
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di puso en mí este letrero:
«Que muero porque no muero».
Esta divina unión,
y el amor con que yo vivo,
hace a mi Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a mi Dios prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
Acaba ya de dejarme,
vida, no me seas molesta;
porque muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y gozarme?
No dejes de consolarme,
muerte, que ansí te requiero:
que muero porque no muero.
Ya viene el alba
Dichoso el corazón enamorado
que en solo Dios ha puesto el pensamiento;
por él renuncia todo lo criado,
y en él halla su gloria y su contento.
Aun de sí mismo vive descuidado,
porque en su Dios está todo su intento,
y así alegre pasa y muy gozoso
las ondas de este mar tempestuoso.
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