Heinrich Heine, el último poeta romántico alemán. 6 poemas

Heinrich Heine fallecía en París un día como hoy de 1856 y fue uno de los más destacados poetas y ensayistas alemanes de su época. Hay quienes lo consideran, junto a Goethe, el máximo representante de la lírica germana. Hoy, en su memoria, va una selección de 6 de sus poemas.

Heinrich Heine

Nació en Düsseldorf en 1797. Publicó su primer libro en 1822, titulado Poemas. Cuando terminó la carrera de Derecho decidió dedicarse de pleno a escribir. En su obra está la gran influencia que ejerció en él el filósofo Wilhem F. Hegel y también fue amigo de Karl Marx. De esa época más filosófica es una de sus más famosas obras, Libro de canciones.

Más tarde, en 1827, hizo un viaje a Inglaterra e Italia y terminó estableciéndose en París en 1831. Fue allí donde escribió sus poemas satíricos, Alemania, un cuento de inviernoRomancero en 1851. Póstumamente, ya en 1869, se publicaron sus Últimos poemas. Esta es mi selección de 6 de ellos.

6 poemas

El caballero herido

El caballero herido
Muchas historias he oído;
ninguna, como ésta, cruel:
un hidalgo bien nacido
está de amor malherido,
y su dama le es infiel.
Por infiel y por traidora,
a la que insensato adora
debiera menospreciar;
cual flaqueza infamadora
su propio dolor mirar.
Quisiera mover querella
gritando en la justa así:
«Amo a una hermosa doncella;
quien encuentre falta en ella,
salga y cierre contra mí».
Quizás todos callarían;
pero no su desazón:
y al fin sus armas tendrían
que herir, si luchar querían,
su mísero corazón.

La diana

Bate sin miedo el tambor,
Y abraza a la cantinera:
He aquí la ciencia entera;
Esta, del libro mejor,
Es la acepción verdadera.
Que de tu tambor el ruido
Despierte al mundo dormido:
Toca con ardor diana.
¡Adelante, siempre erguido!
Es la ciencia soberana.
De Hegel es el profundo
Sentido más acabado;
Lo aprendí, y está probado:
Soy un muchacho de mundo,
Y un tambor aprovechado.

Se amaban con frenética pasión

Se amaban con frenética pasión;
ella era una ramera; él un ladrón;
cuando él fraguaba alguna fechoría,
se echaba ella en la cama, y se reía.

Pasaba el día en huelga y sin afán,
y la noche en los brazos del galán;
cuando se lo llevó la policía,
del balcón lo miraba, y se reía.

Él, de la cárcel, le mandó decir
que no podía sin su amor vivir;
a un lado y otro lado ella movía
la cabeza fisgona, y se reía.

A las seis lo colgaron; al sonar
las siete, lo llevaron a enterrar;
cuando daban las ocho el mismo día,
ella se emborrachaba, y se reía.

Sueños

Soñé una vez con ardientes amores
con bellos bucles, mirtos y resedas
dulces labios y palabras acerbas
tristes melodías de tristes canciones.
Disperso e inerte ha mucho está mi sueño
disperso está ya el más querido en sueño
solo queda en mí lo que algún día
con indómito ardor vertí en tiernas rimas.
¿Quedas tú, huérfana canción?
Disípate igual y busca el sueño que ha mucho perdí
y si lo encuentras salúdalo por mí.
A la volátil sombra le envío un soplo volátil.

Pon en mi pecho, niña, pon tu mano

Pon en mi pecho, niña, pon tu mano.
¿No sientes dentro lúgubre inquietud?
Es que en el alma llevo un artesano
que se pasa clavando mi ataúd.

Trabaja sin descanso todo el día;
y en la noche trabaja sin cesar;
que acabes pronto, maestro, mi alma ansía,
y me dejes en calma descansar.

¡Ah, señora Fortuna! Inútilmente
desdeñosa te muestras. Tus favores
conquistaré con ánimo valiente
como todos los bravos luchadores.
En la reñida lid caerás domada;
ya forjo el yugo al que serás uncida;
pero al verte a mis plantas desarmada,
siento en el corazón mortal herida.
La roja sangre brota en largo río
y el dulce soplo del vital aliento…
y cuando el triunfo que anhelé, ya es mío,
ceder mis fuerzas y morir me siento.



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