Jane Austen. Frases y fragmentos de su obra en su 244 cumpleaños

Retrato de Ozias Humphry.

Jane Austen cumple hoy 244 años y siempre está bien felicitarla. Es posible que, en estos días de buenos y románticos espíritus en su apogeo, cojamos un libro suyo o veamos alguna de sus adaptaciones cinematográficas. Es difícil cansarse de sus historias de amor atemporales. Hoy la recuerdo con algunas frases y fragmentos de sus obras más destacadas.

Jane Austen

Nació en Steventon y está considerada una de las autoras más influyentes dentro de la literatura anglosajona, pero también universal en su género más romántico.

Empezó a escribir cuando era niña, pero su primera obra publicada fue Sentido y Sensibilidad, con la que consiguió ya un nombre dentro del mundo literario. Dos años después le siguió Orgullo y Prejuicio, la que le dio un gran éxito y que posiblemente sea su novela más conocida.

Las novelas de Austen, también con tono costumbrista, fueron muy populares ya en su época. Influyeron también a generaciones posteriores de escritores no solo ingleses. Sus últimos títulos, Persuasión La abadía de Northanger, se publicaron de manera póstuma.

Selección de frases

  1. La felicidad en el matrimonio depende enteramente de la suerte.
  2. He sido un ser egoísta toda mi vida, no en teoría, pero sí en la práctica.
  3. ¿Qué valor puede tener la vida si no estamos juntos?
  4. Mis personajes tendrán, después de algunas tribulaciones, todo lo que desean.
  5. La experiencia es buena en un hombre.
  6. El bien no siempre conduce a un buen final. Es una verdad reconocida por todos.
  7. Nadie se queja de tener lo que no se merece.
  8. Si hay una facultad de nuestra naturaleza que puede considerarse maravillosa, esa es la memoria.
  9. Siempre es incompresible para un hombre ver como una mujer rechaza una oferta de matrimonio.
  10. No quiero que la gente sea agradable, así me ahorra el problema de cogerles cariño.

Fragmentos

Sentido y sensibilidad

Marianne comenzó a darse cuenta de que su desesperanza de los dieciséis años, respecto a hallar un hombre que colmase sus ideas sobre la perfección masculina, había sido ligera e infundada.Willoughby le ofreció ahora cuanto su imaginación soñara en otros momentos más optimistas, como capaz de engendrar en ella un verdadero afecto; y la conducta de él anunciaba tanta seriedad en sus deseos como autenticidad en sus dotes.

Emma

Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con una familia acomodada y un buen carácter, parecía reunir en su persona los mejores dones de la existencia; y había vivido cerca de veintiún años sin que casi nada la afligiera o la enojase. Era la menor de las dos hijas de un padre muy cariñoso e indulgente y, como consecuencia de la boda de su hermana, desde muy joven había tenido que hacer de ama de casa. Hacía ya demasiado tiempo que su madre había muerto para que ella conservase algo más que un confuso recuerdo de sus caricias, y había ocupado su lugar una institutriz, mujer de gran corazón, que se había hecho querer casi como una madre.

Orgullo y prejuicio

Cuando el señor Darcy le entregó esta carta no esperaba Elizabeth que renovase en ella sus ofrecimientos, pero tampoco esperaba, ni mucho menos, un contenido semejante. Es fácil suponer con qué ansiedad leyó cuanto decía y qué emociones más contradictorias levantó en su pecho. Sus sentimientos no podían definirse claramente mientras leía. Vio primero con asombro que aún encontraba Darcy disculpas a su conducta, cuando ella estaba firmemente convencida de que era incapaz de encontrar explicación alguna que un justo sentido del decoro no le obligase a ocultar.

La abadía de Northanger

El estrechamiento de la amistad entre Catherine e Isabella fue tan rápido como efusivos habían sido sus comienzos, y se superaban tan velozmente todos los grados de un creciente cariño que pronto no quedaron nuevas pruebas que dar de él a sus amigos o mutuamente. Se llamaban por su nombre de pila, paseaban siempre cogidas del brazo, se unían al mismo grupo de baile y no se dejaban separar; si una mañana lluviosa les privaba de otras diversiones, mantenían su resolución de verse, desafiando la humedad y el barro, y se encerraban juntas a leer novelas.



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