Juan Ramón Jiménez. Más allá de Platero y yo. 5 poemas
Juan Ramón Jiménez nació el 23 de diciembre de 1881, ya casi el 24, en Moguer (Huelva), y es uno de los grandes poetas españoles de todos los tiempos. Su obra más conocida es Platero y yo, cuyo éxito ensombreció ya todo lo demás que escribió. Hoy recuerdo su figura con 5 poemas más allá de aquel pequeño burro.
Juan Ramón Jiménez
Comenzó a escribir en la adolescencia y después abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse por entero a la poesía. Conoció y se codeó con los escritores más influyentes de su tiempo, como Rubén Darío, Valle-Inclán, Unamuno, los hermanos Machado, José Ortega y Gasset o Pío Baroja y Azorín, entre otros.
Pasó su juventud entre Moguer, Sevilla, Francia y Madrid, lo que le permitió una sólida formación. Comenzó a publicar influido principalmente por Bécquer y Espronceda. Fueron sus primeros libros: Ninfeas, Almas de violeta, Rimas, Arias tristes, Jardines lejanos y Pastorales.
En Moguer escribió Platero y yo, que fue un éxito inmediato y se tradujo rápidamente a 30 idiomas. Y ya en octubre 1956 le dieron el Premio Nobel de Literatura.
5 poemas
Yo no volveré
Yo no volveré
Yo no volveré. Y la noche
tibia, serena y callada,
dormirá el mundo, a los rayos
de su luna solitaria.
Mi cuerpo no estará allí,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca,
preguntando por mi alma.
No sé si habrá quien me aguarde
de mi doble ausencia larga,
o quien bese mi recuerdo,
entre caricias y lágrimas.
Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y esperanzas,
y amor en las avenidas,
a la sombra de las ramas.
Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
pensativo, en mi ventana.
***
Otra atmósfera
Y en las azoteas,
banderolas negras
cortaban sus vuelos
contra el cielo regio,
amarillo y verde
del sol imponente.
Yo gritaba loco
sueños con los ojos
(banderolas negras
en las azoteas).
Mujeres desnudas
alzaban la luna.
Entre el rico ocaso
y el oriente mágico,
veleta afilada,
giraba mi alma.
Y en las azoteas
banderolas negras.
***
Amor
El amor, ¿a qué huele? Parece, cuando se ama,
que el mundo entero tiene rumor de primavera.
Las hojas secas tornan y las ramas con nieve,
y él sigue ardiente y joven, oliendo a la rosa eterna.
Por todas partes abre guirnaldas invisibles,
todos sus fondos son líricos -risa o pena-,
la mujer a su beso cobra un sentido mágico
que, como en los senderos, sin cesar se renueva…
Vienen al alma música de ideales conciertos,
palabras de una brisa liviana entre arboledas;
se suspira y se llora, y el suspiro y el llanto
dejan como un romántico frescor de madreselvas…
***
Manos
¡Ay tus manos cargadas de rosas! Son más puras
tus manos que las rosas. Y entre las hojas blancas
surgen lo mismo que pedazos de luceros,
que alas de mariposas albas, que sedas cándidas.
¿Se te cayeron de la luna? ¿Juguetearon
en una primavera celeste? ¿Son de alma?
…Tienen esplendor vago de lirios de otro mundo;
deslumbran lo que sueñan, refrescan lo que cantan.
Mi frente se serena, como un cielo de tarde,
cuando tú, como tus manos, entre sus nubes andas;
si las beso, la púrpura de brasa de mi boca
empalidece de su blancor de piedra de agua.
¡Tus manos entre sueños! Atraviesan, palomas
de fuego blanco, por mis pesadillas malas,
y, a la aurora, me abren, como son luz de ti,
la claridad suave de oriente de plata.
***
Sueño
Imagen alta y tierna del consuelo,
aurora de mis mares de tristeza,
lis de paz con olores de pureza,
¡premio divino de mi largo duelo!
Igual que el tallo de la flor del cielo,
tu alteza se perdía en su belleza…
Cuando hacia mí volviste la cabeza,
creí que me elevaban de este suelo.
Ahora, en el alba casta de tus brazos,
acogido a tu pecho transparente,
¡cuán claras a mí toman mis prisiones!
¡Cómo mi corazón hecho pedazos
agradece el dolor, al beso ardiente
con que tú, sonriendo, lo compones!
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