Marqués de Santillana. Aniversario de su fallecimiento. Poemas
A Íñigo López de Mendoza y de la Vega todos los conocemos como el Marqués de Santillana. Es uno de los primeros pero más representativos prohombres de la historia de España, tanto por su obra literaria como por su faceta militar. Y un día como hoy falleció en Guadalajara en 1458. Lo recuerdo repasando su vida y con 4 de sus sonetos.
El Marqués de Santillana
Nació en Carrión de los Condes (Palencia) en 1398. Era hijo del almirante Diego Hurtado de Mendoza y de doña Leonor de la Vega, nobles asturianos de Santillana y familia de hombres de estado y grandes literatos.
Su padre murió cuando él tenía seis años y fueron su madre y su tío López de Ayala los que se encargaron de su educación. Siendo muy joven asistió a la coronación de Fernando de Antequera en Zaragoza y ya destacaba como uno de los jóvenes más prometedores de la corte de Juan II. Se casó con Catalina Figueroa, hija del maestre de Santiago, Lorenzo Suárez, y uno de sus hijos fue el famoso cardenal Mendoza.
Poseía una de las más importantes bibliotecas de su época y estaba siempre rodeado de escritores a los que encargó la traducción de obras de clásicos romanos y griegos. Publicó la primera recopilación de refranes escritos en lengua castellana en Refranes que dicen las viejas tras el fuego.
Más tarde quiso adaptar el verso endecasílabo a la métrica castellana. No le fue todo lo bien que esperaba, pero allanó el camino a autores posteriores. Fue en sus 42 Sonetos fechos al itálico modo, de tema amoroso la mayoría y también sobre el paso del tiempo. También cultivó las serranillas.
Sonetos
Lejos de vos y cerca de cuidado
Lejos de vos y cerca de cuidado;
pobre de gozo y rico de tristeza,
fallido de reposo y abastado
de mortal pena, congoja y braveza,
desnudo de esperanza y abrigado
de inmensa cuita y visto de aspereza,
la mi vida me fuye, mal mi grado,
la muerte me persigue sin pereza.
Ni son bastantes a satisfacer
la sed ardiente de mi gran deseo
Tajo al presente, ni me socorrer
la enferma Guadïana, ni lo creo.
Solo Guadalquivir tiene poder
de me guarir y solo aquel deseo.
Cual se mostraba la gentil Lavina
Cual se mostraba la gentil Lavina
en los honrados templos de Laurençia,
cuando solemnizaban a heritina
las gentes d’ella con toda femencia;
y cual parece flor de clavellina
en los frescos jardines de Florençia,
vieron mis ojos en forma divina
la vuestra imagen e diva presencia,
cuando la llaga o mortal herida
llagó mi pecho con dardo amoroso,
la cual me mata en prompto e da vida,
me face ledo, contento o quexoso.
Alegre paso la pena indebida,
ardiendo en fuego me hallo en reposo.
Sitio de amor con grande artillería
Sitio de amor con grande artilleria
me veo en torno, e con poder inmenso,
e jamás çessan de noche e de día,
nin el animo mío esta suspenso
de sus combates, con tanta porfía
que ya me sobran, maguer me defenso.
Pues que faras, o triste vida mía,
que non lo alcanza por mucho que pienso?
La corporea fuerça de Samsón,
ni de David el gran amor divino,
el seso nin saber de Salomón,
nin Hercoles se falla tanto dino
que resistir pudiessen tal presión;
así que a defensar me fallo indino.
Cuando yo veo la gentil criatura
Cuando yo veo la gentil criatura
que el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura,
el punto y hora que tanta belleza
me desmostraron la su hermosura,
ya sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
y me pongo a quejar de su crudeza.
Que no fue tanta la del mal Thedeo,
ni hizo la de Achila y de Potino,
falsos ministros de ti, Ptholomeo.
Así que lloro mi servicio indigno
y la mi loca fiebre, pues que veo
que me hallo cansado y peregrino.
Fuente: Cervantes Virtual
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