Kahlil Gibran. Selección de poemas y cuentos

Un poco de poesía con Kahlil Gibran

Kahlil Gibran fue un poeta, pintor, novelista y ensayista nacido en Bisharri, en El Líbano, en 1883. Se le conoció como el poeta del exilio y también es uno de los más leídos del mundo. En sus escritos, llenos de misticismo, entroncan influencias diferentes del cristianismo, el islam, el judaísmo y la teosofía. Sus libros más famosos son El profeta, compuesto de veintiséis ensayos poéticos y que escribió con quince años, El loco o Alas rotas. También escribió novelas de tono crítico como Espíritus rebeldes. Su obra se ha traducido a más de 30 idiomas y ha sido llevada al teatro, al cine y a otras disciplinas, debido a su universalidad. Vivió entre Oriente Próximo y los Estados Unidos donde falleció  en Nueva York con cuarenta y ocho años. En esta selección de poemas y cuentos la recordamos.

Kahlil Gibran — Poemas y cuentos

Poemas

El adiós no existe

En verdad os digo

que el adiós no existe:

Si se pronuncia entre dos seres

que nunca se encontraron,

es una palabra innecesaria.

Si se dice entre dos que fueron uno,

es una palabra sin sentido.

Porque en el mundo real del espíritu

sólo hay encuentros

y nunca despedidas,

y porque el recuerdo del ser amado

crece en el alma con la distancia,

como el eco en las montañas del crepúsculo.

***

El Matrimonio

Nacisteis juntos y juntos para siempre.

Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.

Sí; estaréis juntos en la memoria silenciosa de Dios.

Pero dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.

Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura.

Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.

Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.

Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.

Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.

Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga,

porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.

Y estad juntos, pero no demasiado juntos,

porque los pilares del templo están aparte.

Y ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.

Paz y guerra

Tres perros tomaban sol y conversaban.

El primer perro dijo entre sueños:

—Es realmente maravilloso vivir en estos días en que reinan los perros. Consideren la facilidad con que viajamos bajo el mar, sobre la tierra y aún en el cielo. Y mediten por un momento sobre las invenciones creadas para la comodidad de los perros, para nuestros ojos, oídos y narices.

Y el segundo perro habló, y dijo:

—Comprendemos más el arte. Ladramos a la luna más rítmicamente que nuestros antepasados. Y cuando nos contemplamos en el agua vemos que nuestros rostros son más claros que los de ayer.

Entonces el tercero dijo:

—Pero lo que a mí más me interesa y entretiene mi mente es la tranquila comprensión existente entre los distintos estados caninos.

En ese momento vieron que el cazador de perros se acercaba.

Los tres perros se dispararon y se escabulleron calle abajo; mientras corrían, el tercer perro dijo:

—Por Dios! Corran por sus vidas. La civilización nos persigue.

***

Dios

En los días de mi más remota antigüedad, cuando el temblor primero del habla llegó a mis labios, subí a la montaña santa y hablé a Dios, diciéndole:

—Amo, soy tu esclavo. Tu oculta voluntad es mi ley, y te obedeceré por siempre jamás.

Pero Dios no me contestó, y pasó de largo como una potente borrasca.

Y mil años después volví a subir a la montaña santa, y volví a hablar a Dios, diciéndole:

—Creador mío, soy tu criatura. Me hiciste de barro, y te debo todo cuanto soy.

Y Dios no contestó; pasó de largo como mil alas en presuroso vuelo.

Y mil años después volví a escalar la montaña santa, y hablé a Dios nuevamente, diciéndole:

—Padre, soy tu hijo. Tu piedad y tu amor me dieron vida, y mediante el amor y la adoración a ti heredaré tu Reino. Pero Dios no me contestó; pasó de largo como la niebla que tiende un velo sobre las distantes montañas.

Y mil años después volví a escalar la sagrada montaña, y volví a invocar a Dios, diciéndole:

¡Dios mío!, mi supremo anhelo y mi plenitud, soy tu ayer y eres mi mañana. Soy tu raíz en la tierra y tú eres mi flor en el cielo; junto creceremos ante la faz del sol.

Y Dios se inclinó hacia mí, y me susurró al oído dulces palabras. Y como el mar, que abraza al arroyo que corre hasta él, Dios me abrazó.

Y cuando bajé a las planicies, y a los valles vi que Dios también estaba allí.



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