Teresa Viejo. Entrevista a la autora de La niña que todo lo quería saber
A Teresa Viejo se la conoce bien por su trayectoria profesional como periodista, pero también es escritora vocacional. Emplea su tiempo entre la radio, la televisión, la relación con sus lectores y más talleres y charlas. Además, es Embajadora de Buena Voluntad de UNICEF y de la Fundación A Víctimas de Tráfico. Ha escrito ensayos y novelas con títulos como Mientras llueva o La memoria del agua, entre otros, y ahora ha presentado La niña que todo lo quería saber. En esta entrevista nos habla de ella y de otros temas. Le agradezco mucho su atención y tiempo.
Teresa Viejo — Entrevista
- ACTUALIDAD LITERATURA: Tu última novela lleva por título La niña que todo lo quería saber. ¿Qué nos cuentas en ella y de dónde surgió la idea?
TERESA VIEJO: La niña que todo lo quería saber no es una novela, sino un trabajo de no ficción en torno a la curiosidad, una fortaleza en cuya investigación me he especializado los últimos años, encargándome también de divulgar sus beneficios y potenciar su uso en conferencias y formaciones. Este libro forma parte de un proceso que me está dando muchas alegrías, la última empezar mi tesis doctoral para afianzar dicho estudio.
- AL: ¿Te puedes remontar a ese primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?
TV: Supongo que sería algún ejemplar de la saga de Los Cinco, de Enid Blyton. También recuerdo especialmente Pollyanna, de Eleanor H. Porter, porque su filosofía alegre a pesar de las dificultades que el personaje vivía, me marcó mucho. Después, con el tiempo, detecto en ella las semillas de la psicología positiva que ahora practico. Por aquella época empecé a escribir cuentos de misterio, lo que no parecía muy habitual en una niña de doce, trece años, pero, como decía Juan Rulfo, «siempre escribimos el libro que nos gustaría leer».
- AL: ¿Un escritor de cabecera? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas.
TV: Pedro Páramo, de J. Rulfo es el libro que siempre releo. El autor me parece un ser extraordinario en su complejidad. Me encantan García Márquez, Ernesto Sábato y Elena Garro; los novelistas del Boom me ayudaron crecer como lectora. Los poemas de Pedro Salinas me acompañan siempre; coetánea a él, aunque en distinto género, era Daphne du Maurier, cuyas tramas me seducen desde el principio, buen ejemplo de que se puede ser popular y escribir muy bien. Y recomiendo a Olga Tokarczuk por algo parecido, una Premio Nobel cuyos libros cautivan enseguida. Edgar Allan Poe entre los clásicos y Joyce Carol Oates, contemporánea.
- AL: ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer y crear?
TV: Más que un personaje, me habría gustado visitar cualquiera de los escenarios de las novelas de Daphne du Maurier: la casa de Rebecca, la Posada Jamaica, la hacienda donde habita la prima Rachel…
- AL: ¿Alguna manía o costumbre especial a la hora de escribir o leer?
TV: ¡Buff, muchísimas! Cada novela tiene su gama de aromas, así que tengo que escribir con velas de olor o con ambientadores a mi alrededor. En mi despacho creo el ambiente de mis personajes con fotos antiguas: telas y vestidos que usarán, las viviendas donde transcurrirá la trama, los muebles y objetos personales de cada uno de ellos, los paisajes de las ubicaciones… si alguna acción sucede en una ciudad, en un escenario real, necesito dar con el mapa que explique cómo era en el momento en el que se desenvuelve el relato. Las fotos de sus edificios, las reformas que se han hecho después, etc.
Como ejemplo, durante la escritura de mi segunda novela, Que el tiempo nos encuentre, adopté modismos mexicanos para dotar de ellos a los personajes y me acostumbré a la comida mexicana, sumergiéndome en su cultura. Suelo decir que escribir una novela es un viaje: interior, en el tiempo, a nuestros propios recuerdos y a la memoria colectiva. Un regalo que deberíamos obsequiarnos cada uno/a de nosotros/as, por lo menos una vez en la vida.
- AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?
TV: En mi despacho, con mucha luz natural, y prefiero escribir de día. Mejor por la mañana que a última hora de la tarde.
- AL: ¿Hay otros géneros que te gusten?
TV: En general me gusta la novela con buena carga de misterio, pero también va por rachas. Por ejemplo, en los últimos años leo más no ficción: neurociencia, psicología, astrología, liderazgo y crecimiento personal… y, entre mis lecturas, siempre se cuelan textos sobre espiritualidad.
- AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?
TV: Es muy frecuente que combine varios libros a un tiempo; en mi maleta de vacaciones he incluido las novelas Hamnet, de Maggie O´Farrell, y El cielo es azul, la tierra blanca, de Hiromi Kawakami (un libro delicioso, por cierto), y los ensayos Piénsalo otra vez, de Adam Grant, El ser relacional, de Kenneth Gergen y El poder de la alegría, de Frédérich Lenoir (me resuenan bastante sus reflexiones). Y hoy mismo he recibido Blonde, de Carol Oates, pero para sus casi 1.000 páginas necesito tiempo.
En cuanto a la escritura, estoy terminando un relato que me han encargado para un recopilatorio. Y una novela da vueltas en mi cabeza.
- AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial y qué te decidió a ti para intentar publicar?
TV: En realidad, no sé bien qué responderte porque escribir y publicar para mí están ligados. Publiqué mi primer libro en el año 2000 y fue fruto de las conversaciones que mantuve con mi editorial; siempre he mantenido un contacto fluido con mis editores, valoro su trabajo y sus aportaciones, de modo que el resultado final suele ser la suma de varias miradas durante el proceso de creación.
- AL: ¿Te está siendo difícil el momento de crisis que estamos viviendo o podrás quedarte con algo positivo para historias futuras?
TV: Cada época tiene su crisis, su guerra y sus fantasmas, y los seres humanos debemos de aprender a gestionarlos. Es imposible negar la dificultad del escenario en que estamos; pero al escribir sobre otras coyunturas históricas te ayuda a relativizar y también a entender. No imagino el tormento de nuestros abuelos tratando de hallar cierta normalidad durante la guerra civil, y aun así la vida fluía: los niños iban al colegio, la gente salía, acudía a las cafeterías, se enamoraba y se casaba. Ahora los jóvenes emigran por razones económicas y en 1939 huían por motivos políticos. Algunos hechos se acercan peligrosamente, así que para comprender qué estamos viviendo deberíamos de leer la historia reciente.
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