Escritoras que usaron y usan seudónimos masculinos
Son muchos los casos de escritoras que usaron y usan seudónimos masculinos para poder publicar sus obras. Los motivos podían ser varios pero principalmente tenía que ver con el durante mucho tiempo acceso restringido en general a las mujeres al mundo de la edición y publicación de libros. Bien fuera porque se dudara de su capacidad creativa, o porque simplemente había temas literarios que no consideraban propios que escribiera una mujer. Echamos un vistazo a algunos ejemplos de escritoras que en un principio usaron un seudónimo masculino para publicar.
Escritoras con seudónimo masculino
Las hermanas Brontë
Las hermanas Brontë firmaron con los seudónimos masculinos Currer, Acton y Ellis y el apellido Bell para poder publicar sus obras. Por ejemplo, Charlotte firmó como Currer Bell su historia más universalmente conocida. Jane Eyre. Y Emily hizo lo mismo con Cumbres borrascosas, que firmó como Ellis Bell. Anne utilizó el nombre de Acton y las tres publicaron primero así sus poemas en un volumen colectivo que no tuvo ningún éxito. Sin embargo, cuando sus libros sí tuvieron reconocimiento revelaron sus identidades.
Amantine Lucile Aurore Dupin — George Sand
La novelista y periodista francesa Amantine nació en París en 1804 y firmó sus obras con el seudónimo que le dio la fama, George Sand. Su primera novela, Indiana, tenía como protagonista a una mujer noble que, después de verse obligada a casarse con un hombre que no ama, decide romper su matrimonio y viajar en busca del amor desde el África colonial hasta Francia.
Amantine trataba temas tan controvertidos como el del deseo femenino, el adulterio y la injusticia en las condiciones del matrimonio. Ella misma fue ejemplo de rebelión y escándalo ante la sociedad de su época porque solía vestir como un hombre o fumar en público. También fueron motivo de revuelo sus amoríos con Chopin. Pero con el tiempo se la consideró una pionera del feminismo.
Cecilia Böhl de Faber — Fernán Caballero
Cecilia Böhl de Faber nació en Suiza y su literatura une el costumbrismo, la novela romántica y el realismo del siglo XIX. Pero se mantuvo mucho tiempo con el pseudónimo masculino de Fernán Caballero, que tomó del pueblo del mismo nombre en la provincia de Ciudad Real.
La gaviota es su obra más famosa, pero hay que contar que Cecilia no se decidió a publicar hasta que enviudó por tercera vez y su precariedad económica fue tal que se vio obligada a probar suerte en la literatura. La novela es la historia del triunfo y la desgracia de Gaviota, una joven que tiene una voz bellísima y que consigue un gran éxito en los escenarios de Madrid y Sevilla, pero se enamora de un torero que morirá en la plaza.
Louisa May Alcott — A. M. Barnard
Louisa May Alcott había escrito casi 30 novelas de intriga y otros temas más escabrosos mucho antes de alcanzar el éxito y la fama con Mujercitas. Lo hizo con el pseudónimo de A. M. Barnard y esos géneros menos edulcorados que los de su obra más conocida le gustaban mucho más. En realidad, su seudónimo no podía considerarse masculino porque eran dos iniciales, un recurso también habitual para ocultar la identidad y que se sigue usando.
Esa doble vida literaria de Alcott no fue descubierta hasta la década de 1940. En esas novelas utilizó personajes como asesinos y revolucionarios o travestis y adictos al opio.
Mary Shelley
Frankenstein o el moderno Prometeo, la inmortal obra de Mary Shelley, fue publicada de forma anónima en 1818. Tanto lectores como críticos y todo el mundo, de hecho, consideraron que el autor de la novela era Percy B. Shelley, su pareja, ya que no creyeron posible que una historia de tema tan siniestro pudiera haber sido ideada por una mujer.
Nora Roberts — J.D. Robb
A Nora Roberts todo el mundo la conoce por sus novelas románticas y de suspense, pero decidió hacer caso de la sugerencia de sus editores y eligió un seudónimo masculino para escribir obras de otros géneros como el de fantasía. Para ello utilizó el de J. D. Robb, con las iniciales de los nombres de sus hijos.
J.K. Rowling — Robert Galbraith
Y el caso reciente más conocido de escritoras que usan seudónimos masculinos es el de J. K. Rowling. De nuevo tenemos el uso de las iniciales para ocultar una identidad. Con Joanne Rowling ocurrió que sus editores pensaron que los lectores adolescentes masculinos iban a ser más reacios a leer algo de género juvenil que estuviera escrito por una autora. Como le pidieron dos iniciales y ella solo tenía un nombre, recurrió al de su abuela Kathleen. Más tarde sí escogió el seudónimo masculino de Robert Galbraith para publicar también la que ha terminado por convertirse en una exitosa serie de novela negra protagonizada por el detective Cormoran Strike, serie que empezó con El canto del Cuco.
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