Horacio. Recordando al clásico romano. 5 de sus poemas
Horacio fue uno de los más grandes poetas romanos. Un clásico entre clásicos, amigo de Virgilio, y cuya obra se desarrolló en la época quizás más gloriosa del imperio. Hoy fallecía en Roma en el año 8 a. C. Recuerdo su figura con 5 de sus poemas. Su máxima, Carpe diem, resume a la perfección la realidad y la esencia de la existencia humana.
Horacio
Quinto Horacio Flaco fue hijo de un esclavo liberto y pudo estudiar en Roma. Fue acogido por Bruto, el asesino de César, que lo nombró tribuno militar de su ejército. Pero su falta de aptitud para el puesto lo devolvió a Roma, donde empezó a trabajar como escribano, algo que le dejaba tiempo para escribir versos. Entonces conoció a Virgilio, que lo introdujo en el círculo de Mecenas y este lo presentó al emperador Augusto.
Su obra
Cultivó cuatro géneros:
- Sátiras, retratos irónicos de su tiempo divididos en dos libros y escritos en hexámetros;
- Épodos, 17 poemas de temática variada e influencia helenística;
- Odas (Carmina), también en hexámetros;
- Epístolas. Entre estas se encuentra la famosa Ars poetica.
Su poesía, sobre todo por la perfección en la forma, es considerada como la máxima expresión literaria de las virtudes de su tiempo.
5 poemas
Carminum I, 11 – Carpe diem
No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea este el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No te fíes del incierto mañana.
***
Carminum I, 30 – A Venus
Oh, Venus, reina de Gnido y Pafos,
abandona tu Chipre tan querida
y acude a la adornada estancia
de Glícera, la que te invoca
con numeroso incienso.
Venga contigo el Niño ardiente
y las Gracias de talles desceñidos;
vengan las Ninfas y la Juventud,
que sin ti a nadie atrae;
venga Mercurio.
***
Carminum III, 25 – A Baco
¿Adónde, Baco, me arrebatas, lleno de ti?
¿A qué bosques, a qué cavernas
soy arrastrado velozmente por una mente nueva?
¿En qué antro seré oído
meditando introducir la gloria eterna
del egregio César en los astros y en la asamblea
de Júpiter? Cantaré lo insigne, lo nuevo,
lo que ninguna boca ha cantado.
No de otro modo que la insomne Bacante
se queda atónita mirando desde la cumbre el Hebro,
la Tracia blanca por la nieve
y el Ródope hollado por pie bárbaro:
así a mí me complace, extraviado,
admirar las riberas y los bosques desiertos.
¡Oh, señor poderoso de las Náyades
y de las Bacantes capaces de derribar
los elevados fresnos con las manos!
Nada pequeño, ni en tono humilde,
nada mortal celebraré. Dulce peligro
es, oh, Leneo, seguir al dios que ciñe sus sienes
con verde pámpano.
***
Carminum I, 38 – A su esclavo
Odio, niño, la pompa Persa.
No me gustan esas coronas
tejidas con las hojas del tilo.
Deja de perseguir el lugar
donde aún florece la rosa tardía.
Solícito, procuro que nada añadas
al sencillo mirto. El mirto
te está bien a ti, que me sirves,
y a mí, que estoy bebiendo
al pie de la delgada vid.
***
Carminum I, 23 – A Cloe
Me evitas, Cloe, como el cervatillo
que por desviados montes busca
a su asustada madre, no sin vano
temor del aire y del follaje.
Si se agitan al viento las hojas del espino,
si los verdes lagartos hacen que cobren
vida las zarzas, siente miedo,
su corazón tiembla, y sus rodillas.
Y, sin embargo, yo no te persigo,
como un tigre feroz o un león Gétulo,
para hacerte pedazos. Solo quiero
que dejes de seguir a tu madre,
pues tienes edad ya de seguir a tu esposo.
from Actualidad Literatura https://ift.tt/34rJvTg
via IFTTT Mariola Díaz-Cano Arévalo
Comentarios
Publicar un comentario