Nace Robert Louis Stevenson. 4 poemas escogidos

Robert Louis Stevenson

Robert Louis Stevenson nacía un día como hoy de 1850 en Edimburgo. Fue novelista, ensayista y poeta, y algunas de obras se han convertido en clásicos de la literatura no solo infantil y juvenil, sino para todas las edades. Autor de títulos universales de aventuras como La isla del tesoro, La flecha negra, El señor de Ballantree o El doctor Jeckyll y Mr. Hyde, realmente vivió una vida igual de aventurera. Hoy, sin embargo, quiero recordarlo en su más desconocida faceta lírica con 4 poemas escogidos de su obra.

Robert Louis Stevenson

Hijo de un ingeniero, estudió también esta profesión y Derecho más tarde en Edimburgo. Pero siempre se había sentido atraído por la literatura y decidió dedicarse a ello. Lo hizo tan bien que en pocos años se convirtió en uno de los escritores más importantes de su época.

Su popularidad se basó fundamentalmente en los emocionantes argumentos de sus novelas fantásticas y de aventuras. Pero también cultivó la poesía para niños (Jardín de versos para niños) y adultos. Estos son 4 poemas escogidos de su obra lírica.

4 poemas

El columpio

¿Te gusta mucho poder columpiarte
y ascender, descender…?
¡Es de las cosas más emocionantes
que un niño puede hacer!

Dándome impulso domino el jardín
y veo allá a lo lejos
ríos y montes, ganado y, en fin,
lo que hay por esos pueblos.

Bajo después y al bajar puedo ver
el césped en el suelo,
voy por el aire, me impulso otra vez
¡y subo, y bajo, y vuelo!

Algún día nos amamos

Entre la espesura de bayas y las islas de juncos, como a través de un mundo que sólo fuera cielo, oh firmamento invertido, la barca de nuestro amor se deslizaba. Brillantes como el día eran tus ojos, radiante fluía la corriente y era radiante el vasto y eterno cielo.

Cuando murió la gloria en el dorado crepúsculo, resplandeciente ascendió la luna, y llenos de flores al hogar regresamos. Radiantes fueron tus ojos esa noche, habíamos vivido, oh amor mío, habíamos amado.

Ahora el hielo envuelve nuestro río, con su blancura cubre la nieve nuestra isla, y junto a la lumbre invernal Joan y Darby dormitan y sueñan. Sin embargo, en el sueño, fluye el río y la barca del amor aún se desliza.

Escucha el sonido del remo al cortar sus aguas. Y en las tardes de invierno cuando la fantasía sueña en el crepitar de la chimenea, en sus oídos de viejos enamorados el río de su amor canta en los juncos.

Oh amor mío, amemos el pasado pues algún día fuimos felices, y algún día nos amamos.

***

Mi cuerpo es mi calabozo

Mi cuerpo, que es mi calabozo,
es también mis parques y mis palacios:
son tan grandiosos que allí siempre estoy,
todo el día, de un lado a otro, despacio;
y cuando la noche empieza a caer
sobre en mi lecho, soñolienta,
mientras zumba todo el edificio en su vigilia,
como si un niño salvaje,
al atardecer, la extraviara de su camino,
(habiendo ella vagado, un día de verano
por las faldas del monte, y escalado)
todavía duerme en su montaña;
tan alta es, tan esbelta, tan completa,
que allí, en los eternos campos del aire,
mi imaginación se eleva como una cometa.

***

Sin compasión entramos en la noche

Sin compasión entramos en la noche,
saliendo del banquete estrepitoso, dejando al salir
un temblor en la memoria de los hombres,
ligero, dulce, frágil como la música.
Rasgos de la cara, los tonos de la voz,
el tacto de la mano amada, todo, uno tras otro,
perecerán y desaparecerán en la tierra:
mientras, en el salón, la multitud ovaciona al nuevo intérprete.
Pero alguien, quizás, tarde un poco más en irse,
y, sonriendo, en su viejo corazón recuerde
a los que hace mucho tiempo fueron olvidados.
Y mañana, él también, se retirará al otro lado del telón.
Y así el tiempo, que será nuevo para otros, nos olvida y continúa.

***



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