La desaparición de Stephanie Mailer
Lanzada en 2018, La desaparición de Stephanie Mailer ha sido el libro más destacado del autor Joël Dicker. El joven escritor suizo ha dejado patente una vez más su estilo propio, reconocible con tan solo leer un par de párrafos. En una obra tanto o más emocionante que La verdad sobre el caso Harry Quebert, lo cual, luego del rotundo éxito obtenido, era un reto mayúsculo.
Por consiguiente, La desaparición de Stephanie Mailer representa la confirmación de Dicker como el autor francófono más prominente de novelas policíacas del nuevo milenio. Se trata de un género narrativo presente desde la época de Sófocles y su Edipo Rey. Aunque su verdadero “boom” comenzó a mediados del siglo XIX de la mano de Edgar Allan Poe y, más adelante, de Agatha Christie.
Sobre el autor, Joël Dicker
Nacido en Ginebra el 16 de junio de 1985, Joël Dicker es hijo de una bibliotecaria y un profesor de francés. Esto —a la par de vivir en el ala francoparlante de Suiza— condicionó su preferencia por “la lengua del amor”. Su acercamiento por la escritura llegó gracias a la pasión que siente hacia los animales.
Con 10 años fundó La Gazette des Animaux (La revista de los animales); la dirigió por siete años. Más tarde, participó en un concurso con un relato llamado El Tigre. Según los jueces del certamen, era imposible que un texto tan bien elaborado fuese autoría de alguien de tan solo 19 años. A la larga, el texto sobre el felino fue reconocido con el Premio Internacional para Jóvenes Autores Francófonos.
Los últimos días de nuestros padres y La verdad sobre el caso de Harry Quebert
En 2009 terminó el manuscrito de su primera novela, Los últimos días de nuestros padres. Una historia de espías, con la cual, ganó en 2010 el Prix de Écrivains Genevois (Premio de los escritores de Ginebra). El título finalmente salió a la venta en 2012. A finales de ese mismo año, se publicó el “parteaguas” de la incipiente carrera de Dicker: La verdad del caso de Harry Quebert.
Traducida en 33 idiomas, número uno en varios mercados. El debut dentro de la narración policíaca del escritor ginebrino trajo aires frescos a un subgénero huérfano de sorpresas durante mucho tiempo. También, supuso la entrada a un nuevo detective dentro de una lista estelarizada por nombres como Sherlock Holmes o Auguste Dupin, Marcus Goldman.
La desaparición de Stephanie Mailer, en pocas palabras
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Dos crímenes sin resolver, 20 años de distancia entre ambos y un único policía para aclarar todo: Jesse Rosenberg. Él es un agente de la Policía de Nueva York muy conocido desde 1994, cuando —siendo apenas un novato— resolvió junto a su compañero Derek Scott un singular crimen en Los Hamptons, Long Island.
Cuando está a punto de jubilarse, Stephanie Hailer, una sagaz periodista, lo confronta para decirle que su primer caso quedó sin resolver. Supuestamente, él habría cometido muchas equivocaciones que lo llevaron a cerrar el expediente sin encontrar al (verdadero) culpable. Si bien al veterano detective no parecen perturbarle a estos señalamientos, una voz en su interior lo carcome.
Una carrera contrarreloj
Finalmente, Rosenberg cambia de parecer, decide investigar. Pero apenas tomó la decisión, su acusadora —quien asegura tener en su poder las pruebas sobre el verdadero perpetrador— desaparece sin dejar rastros. Entonces, empieza una carrera contra el tiempo.
El policía debe resolver dos enigmas antes de que le sean retiradas sus credenciales. Por ello, la línea narrativa transcurre de manera paralela entre 1994 y 2014. Rosenberg quiere jubilarse con su conciencia en paz. Redimirse, sin importar que tal vez… ya sea demasiado tarde.
Muchos secretos, antes y después (o ahora)
Una característica inequívoca de las novelas policiales de Dicker son sus personajes: todos conocen algún dato relevante. Detalles desconocidos por el protagonista de la historia y por el público. En La desaparición de Stephanie Mailer las minucias y las referencias cruzadas forman parte de dos épocas con más cosas en común de las percibidas a simple vista.
La carrera frenética afrontada por Rosenberg es la misma ruta trazada a los lectores para llegar al final de todos los misterios. Hasta la última página, literalmente. Al igual que el desprevenido policía, los “testigos” de esta trama deben cuidarse de no confundir nombres, fechas y lugares. De lo contrario, se vuelve imposible resolver todos los enredos para develar el misterio.
Reseñas
¿Una obra sublime?
El éxito producido por La verdad sobre el caso de Harry Quebert ha afectado para bien y para mal la respuesta del público con respecto a La desaparición de Stephanie Mailer. Por una parte, los editores quedaron sumamente satisfechos porque, dado el antecedente citado, esta novela se convirtió en un hit comercial instantáneo. Aún antes de su publicación ya los números estaban en verde.
¿O una obra menor?
Pero la respuesta de una buena parte del público terminó siendo más bien negativa. Los fanáticos de Dicker reconocieron los rasgos característicos de un autor capaz de ser arriesgado y entretenido a partes iguales. Sin embargo, dentro del propio “fandom” hubo numerosas voces de decepción, las cuales, tildaron el relato de lento, denso e inverosímil.
A pesar de las opiniones de lectores insatisfechos con La desaparición de Stephanie Mailer, menos traumática resultó la experiencia para quienes descubrieron al escritor francoparlante de moda con esta novela. Sin embargo, en los foros literarios no abundan las reseñas grandilocuentes o muy entusiastas sobre la novela.
El dilema de (solo) entretener
Este es un dilema que preocupa a escritores y lectores por igual. La pregunta es ¿hay algo malo con entretener? ¿Debe despreciarse a los autores que solo ofrecen un divertimento a su público? Es un tema sin reacciones unánimes en donde todas las posiciones son legítimas. No obstante, dentro del arte en general, conseguir entretener a la audiencia es mucho más difícil de lo que se piensa.
El “problema” está en que las manifestaciones artísticas son sumamente pretenciosas. El “simplemente divertir”, desde la época de Edipo Rey, parece ser un asunto desprestigiado, de bufones. Pero ya quisieran muchos escritores o artistas tener esa capacidad. Y como en el caso de Dicker, vender millones de copias en el proceso.
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