Los +10 sonetos más famosos de Francisco de Quevedo
¿Son estos los 10 sonetos más famosos de Francisco Gómez de Quevedo y Villegas? Pues seguramente sí. Y hoy se cumple un nuevo aniversario de la muerte de ese autor universal, que fallecía en mi tierra, en Villanueva de los Infantes en 1645. En unos días también se celebra su nacimiento, así que en su memoria, los recuerdo. Quizás los hayamos leído mil veces. Qué más da. Es siempre un placer. Y quienes no lo hayan hecho ahora tienen la oportunidad.
Características de los sonetos de Quevedo
La obra literaria de Francisco de Quevedo es, sin duda, de las más grandes que se conservan de un poeta. Además, no se centró solo en un género, sino que tocó tanto la poesía como también la prosa. Y dentro de la poesía te encuentras tanto poemas como sonetos (caracterizados por ser catorce versos endecasílabos con rimas consonantes), como poesías más largas o cortas.
Sin embargo, hay algunas claves que destacan de la obra de Quevedo, sobre todo de su poesía, y concretamente de los sonetos, como son:
La originalidad
Y es que Quevedo tenía un don de la escritura y la lengua que pocos escritores han conseguido. Debido a ese rico vocabulario, era capaz de encontrar las palabras adecuadas en todo aquello que se le planteara, lo que implica creatividad y facilidad para escribir de lo que quisiera.
De hecho, se sabe que Quevedo hizo muchísimas poesías, y todas ellas con temas muy variados: amor, vida, sátira, burlas…
Profundidad… y entendimiento
Uno de los fallos de muchos poetas es que sus poemas no se entienden. O les das un significado que realmente no es el que el autor quería (o el que los estudiosos le han dado). En el caso de Quevedo, tanto con los sonetos como con las poesías, a veces son tan profundas y serias que cuesta trabajo entenderlas al cien por cien.
Los temas principales de los sonetos de Quevedo
Si bien escribió de muchos temas, lo cierto es que hay algunos que destacan, como son la moralidad (en cuanto a la fortuna, el poder…); el amor; la vida; la muerte…
Los sonetos de Quevedo más famosos sobre la muerte, la vida y el amor
Antes de terminar, no queremos irnos sin dejarte sonetos famosos de Quevedo, algunos de temas concretos: la muerte, el amor y la vida.
Soneto 333
Las luces sacras, el augusto día
que vuestros ojos abren sobre el suelo,
con el concento que se mueve el cielo
en mi espíritu explican armonía.
No cabe en los sentidos melodía
imperceptible en el terreno velo,
mas del canoro ardor y alto consuelo
las cláusulas atiende l’alma mía.
Primeros mobles son vuestras esferas,
que arrebatan en cerco ardiente de oro
mis potencias absortas y ligeras.
Puedo perder la vida, no el decoro
a vuestras alabanzas verdaderas,
pues, religioso, alabo lo que adoro.
Retrato no vulgar de Lisis
Crespas hebras sin ley desenlazadas,
que un tiempo tuvo entre las manos Midas;
en nieve estrellas negras encendidas,
y cortésmente en paz de ella guardadas.
Rosas a abril y mayo anticipadas,
de la injuria de el tiempo defendidas;
auroras en la risa amanecidas,
con avaricia de el clavel guardadas.
Vivos planetas de animado cielo,
por quien a ser monarca Lisi aspira,
de libertades, que en sus luces ata.
Esfera es racional que ilustra el suelo,
en donde reina Amor, cuanto ella mira,
y en donde vive Amor, cuanto ella mata.
Ah de la vida
«¡Ah de la vida!»…¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, juntos
pañales y mortajas, y he quedado
presente sucesiones de difunto.
Descuido del divertido vivir a quien la muerte llega impensada
Vivir es caminar breve jornada,
y muerte viva es, Lico, nuestra vida,
ayer al frágil cuerpo amanecida,
cada instante en el cuerpo sepultada.
Nada que, siendo, es poco, y será nada
en poco tiempo, que ambiciosa olvida;
pues, de la vanidad mal persuadida,
anhela duración, tierra animada.
Llevada de engañoso pensamiento
y de esperanza burladora y ciega,
tropezará en el mismo monumento.
Como el que, divertido, el mar navega,
y, sin moverse, vuela con el viento,
y antes que piense en acercarse, llega.
Repite la fragilidad de la vida y señala sus engaños y sus enemigos
¿Qué otra cosa es verdad, sino pobreza,
en esta vida frágil y liviana?
Los dos embates de la vida humana,
desde la cuna son honra y riqueza.
El tiempo, que ni vuelve ni tropieza,
en horas fugitivas la devana;
y en errado anhelar, siempre tirana,
la fortuna fatiga su flaqueza.
Vive muerte callada y divertida
la vida misma; la salud es guerra
de su propio alimento combatida.
ˇOh cuánto el hombre inadvertido yerra,
que en tierra teme que caerá la vida,
y no ve que en viviendo cayó en tierra!
Prevención para la vida y para la muerte
Si no temo perder lo que poseo,
ni deseo tener lo que no gozo,
poco de la Fortuna en mí el destrozo
valdrá, cuando me elija actor o reo.
Ya su familia reformó el deseo;
no palidez al susto, o risa al gozo
le debe de mi edad el postrer trozo,
ni anhelar a la Parca su rodeo.
Sólo ya el no querer es lo que quiero;
prendas de la alma son las prendas mías;
cobre el puesto la muerte, y el dinero.
A las promesas miro como a espías;
morir al paso de la edad espero:
pues me trajeron, llévenme los días.
Carpe Mortem
Señor don Juan, pues con la fiebre apenas
se calienta la sangre desmayada,
y por la mucha edad desabrigada,
tiembla, no pulsa, entre la arteria y venas:
pues que de nieve están la cumbres llenas,
la boca, de los años saqueada,
la vista, enferma, en noche sepultada,
y las potencias, de ejercicio ajenas.
salid a recibir la sepoltura,
acariciad la tumba y monumento:
que morir vivo es última cordura.
La mayor parte de la muerte siento
que se pasa en contentos y locura,
y a la menor se guarda el sentimiento.
Amor y muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera
mas no, desotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fria,
y perder el respeto a ley severa.
Alma que ha todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Elogio en el funeral a Don Melchor de Bracamonte (hijo de los condes de Peñaranda)
Siempre, Melchor, fue bienaventurada
Tu vida en tantos trances en el suelo;
Y es bienaventurada ya en el Cielo,
En donde sólo pudo ser premiada.
Sin ti quedó la Guerra desarmada
Y el mérito agraviado sin consuelo;
La Nobleza y Valor en llanto y duelo
Y la satisfacción mal difamada.
Cuanto no te premiaron, mereciste,
Y el premio en tu valor acobardaste,
Y el excederle fue lo que tuviste.
El cargo que en el mundo no alcanzaste
Es el que yace, el huérfano y el triste,
Que tú de su desdén te coronaste.
Sepulcro del buen juez Berenguel de Aois
Si cuna, y no sepulcro pareciere,
por no sobre escribirme el Aquí yace,
Huesped, advierte que en la tumba nace
quien como Berenguel a vivir muere.
El que la Toga que vistió vistiere,
y no le imita en lo que juzga y hace,
con este exemplo santo se amenace
el que le sigue su blasón espere.
Falleció sin quejosos y dinero;
enterróle el Consejo; y enterrado,
en él guardó el consejo más severo.
Edificó viviendo amortajado.
No edificó para vivir logrero,
por él nadie lloró, y hoy es llorado.
Enseña cómo todas las cosas avisan de la muerte
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados;
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó la luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos;
mi báculo más corvo, y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en qué poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
A Luis de Góngora
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aún no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.
A una nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Amor constante más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Definiendo el amor
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.
Desengaño de las mujeres
Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.
Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejaré;
y como puto muera yo quemado
si de otras tales putas me pagare,
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.
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