Fernando Lillo. Entrevista al autor de Un día en Pompeya
Fernando Lillo es profesor de lenguas clásicas y escritor de títulos de género histórico como Teucro, el arquero de Troya o Los jinetes del mar. Su última novela es Un día en Pompeya. Comparto su admiración por el mundo grecolatino, a mi humilde escala de formación también clásica que incluía el latín y el griego. Y le agradezco muchísimo el tiempo empleado para esta entrevista.
ENTREVISTA A FERNANDO LILLO
- ACTUALIDAD LITERATURA: ¿Recuerdas el primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?
FERNANDO LILLO: No recuerdo el primer libro exactamente. Pasé de la extraordinaria colección de tebeos Joyas literarias de Bruguera a las adaptaciones de los clásicos castellanos en la colección Odres nuevos de Castalia (El conde Lucanor, Leyendas españolas…).
Sí recuerdo, en cambio, mi primera gran historia, 56 páginas que yo mismo escribí a máquina con gran esfuerzo cuando tenía 14 años. Se titulaba El elixir de los Yashib y contaba las aventuras de unos seres diminutos imaginarios que vivían dentro de un niño y debían salvarlo de la maldición de los malvados magos Yashib. Todas mis lecturas infantiles estaban allí.
- AL: ¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?
FL: Después de disfrutar con La historia interminable de Michael Ende, me impactó muchísimo El nombre de la rosa de Umberto Eco que leí con 15 o 16 años. Aún me veo acostado en la cama de mi habitación de adolescente después de una dura jornada de instituto, saboreando el placer de descubrir cómo Guillermo y Adso se adentraban en el laberinto de la biblioteca del monasterio, sensación que no he vuelto a sentir con la película o la serie de televisión. Además de todo aquel latín, entonces todavía ignoto para mí, recuerdo la soberbia y aterradora descripción de la portada de la iglesia del monasterio con tantos ecos del Apocalipsis.
- AL: ¿Un escritor favorito? Y siendo profesor de Latín y Griego, ¿qué escritor clásico ha podido influirte como autor?
FL: Mis favoritos han sido siempre los clásicos grecolatinos y españoles. Como escritor mi condición de profesor de Latín y Griego ha influido enormemente al elegir los temas de mis novelas. Homero con la Ilíada y la Odisea y Virgilio con su inmortal Eneida, así como los trágicos griegos, como Sófocles, fueron la inspiración para mi primera novela, Teucro, el arquero de Troya (Toxosoutos, 2004), y también estuvieron de fondo en mi última obra de ficción, Los jinetes del mar. El secreto de Cartago (Evohé, 2018).
El conocimiento del filósofo cordobés Séneca y sus escritos me animó a escribir su biografía novelada titulada Séneca, el camino del sabio (Diálogo, 2006).
- AL: ¿Qué nos cuentas en Un día en Pompeya?
FL: Un día en Pompeya es una historia ficcionada que, a partir de las vidas de varios personajes reales que vivieron en la ciudad, recrea la cotidianeidad de un día cualquiera en la primavera del año de la erupción del Vesubio, el 79 d. C. El lector se verá sumergido en las animadas calles, el bullicioso foro, los establecimientos de hostelería, las termas o la intimidad de las casas entre otros muchos aspectos.
Mi objetivo era que se pudiera vivir Pompeya contada por sus propios habitantes, siempre con un riguroso uso de las fuentes históricas de fondo.
- AL: ¿Qué personaje te hubiera gustado conocer y crear?
FL: Sin duda, Ulises, pero no solo el que aflora en la Odisea, sino también el de la Ilíada y el de toda la tradición occidental que ha ido remodelando su figura y convirtiéndola en un mito imperecedero.
La mezcla del deseo de volver a casa (nostalgia es dolor por el regreso) con la atracción por la aventura y el descubrimiento me parece una maravillosa síntesis del ser humano. Y a su lado, por supuesto, la fiel Penélope, que lo aguarda contra viento y marea, casi indefensa, pero firme.
- AL: ¿Alguna manía a la hora de escribir o leer?
FL: No tengo especiales manías al respecto.
- AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?
FL: Para escribir solo necesito un lugar en silencio y una mesa amplia donde pueda desplegar los libros de consulta y documentación.
Para leer cualquier sitio me parece adecuado, puesto que si la lectura es buena me aísla del mundo exterior. Claro que prefiero un lugar tranquilo e incluso al aire libre si hace buen tiempo.
- AL: ¿Otros géneros que te gusten?
FL: Me gustan la poesía y el ensayo de corte histórico, sobre todo aquellos que combinan la erudición con una prosa de agradable lectura. El teatro prefiero verlo representado y si es clásico, nada como el entorno de un teatro griego (Epidauro) o romano (Mérida).
- AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?
FL: Ahora mismo estoy leyendo Voces de largos ecos, de Carlos García Gual (Ariel), una invitación a la lectura de los clásicos. Después de Un día en Pompeya me estoy dando un breve descanso de escritura que aprovecho para documentarme sobre futuros proyectos sobre el mundo grecorromano.
- AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial para tantos autores como hay o quieren publicar?
FL: El signo de nuestros tiempos es la velocidad. Las mesas de novedades cambian casi constantemente y como la oferta de libros publicados es tan amplia muchas obras de calidad pueden pasar desapercibidas para el gran público. A veces se apuesta por el éxito momentáneo de títulos que pronto serán olvidados. No obstante, confío en que las obras que merezcan la pena perdurarán en el tiempo, aunque tarden en ser reconocidas.
- AL: ¿Te está siendo difícil el momento de crisis que estamos viviendo o podrás quedarte con algo positivo?
FL: Los momentos de crisis en los que ponemos a prueba nuestro temple son siempre oportunidades de maduración personal y colectiva. Estábamos demasiado acostumbrados a creer que gracias a la ciencia y la tecnología podíamos dominar nuestra vida. Estamos recibiendo una cura de humildad. Es también una oportunidad para abrirse a Dios y a la trascendencia y valorar las cosas realmente importantes.
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