Antonio Buero Vallejo. Aniversario de su nacimiento. Fragmentos
Antonio Buero Vallejo nació el 29 de septiembre de 1916 en Guadalajara y, además de unos de los dramaturgos españoles más reconocidos, fue también pintor. De hecho, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Estuvo en prisión desde 1939 hasta 1946, donde coincidió con Miguel Hernández y con quien hizo una gran amistad. Ya en libertad empezó a colaborar en diversas revistas como dibujante y escritor de piezas cortas teatrales.
En 1949 publicó la que es su obra más famosa, Historia de una escalera, que obtuvo el Premio Lope de Vega. Con ella cosechó un enorme éxito de público en el Teatro Español de Madrid. Más tarde siguió escribiendo y estrenando más obras como La tejedora de sueños, La señal que se espera o Un soñador para un pueblo. También están El concierto de San Ovidio o El tragaluz. Esta es una selección de algunos fragmentos de ellas para recordarlo.
Antonio Buero Vallejo — Fragmentos de sus obras
El tragaluz
VICENTE. No es locura, es vejez. [Una cosa muy corriente:] arteriosclerosis. Ahora estará más sujeto en casa: les regalé la televisión el mes pasado. [Habrá que oír las cosas que dirá el viejo.] Esta postal no le gustará. No se ve gente.
EL PADRE. Éste también puede subir.
MARIO. ¿A dónde?
EL PADRE. Al tren.
MARIO. ¿A qué tren?
EL PADRE. A ése.
MARIO. Eso es un tragaluz.
EL PADRE. Tú qué sabes…
ENCARNA. ¿No nos vamos?
MARIO. Hoy vendrá Vicente.
EL PADRE. ¿Qué Vicente?
MARIO. ¿No tiene usted un hijo que se llama Vicente?
EL PADRE. Sí, el mayor. No sé si vive.
MARIO. Viene todos los meses.
EL PADRE. Y tú, ¿quién eres?
MARIO. Mario.
EL PADRE. Tú te llamas como mi hijo.
MARIO. Soy su hijo.
EL PADRE. Mario era más pequeño.
MARIO. He crecido.
EL PADRE. Entonces subirás mejor.
MARIO. ¿A dónde?
EL PADRE. Al tren.
Irene o el tesoro
Irene, yo la quiero a usted. ¡Yo te quiero! ¡Ea, ya lo solté!¡No! No digas nada todavía. Deja que antes me explique. Te quiero para casarme contigo y para sacarte de este infierno donde te atormentan. Ya sé que no valgo nada. ¡Figúrate! Un pobre profesor sin cátedra ni recursos; uno más del infinito ejército de licenciados en Filosofía que no tienen donde caerse muertos. «El estudiante tronado», como dice don Dimas. Se me ha ido pasando la vida y carezco de hogar. Con las pocas pesetillas de la tierruca que tengo en mi pueblo y lo que saco de las clases, apenas puedo vivir. No tengo nada, y lo que es peor, también perdí ilusiones. Hace años que dejé de hacer oposiciones, porque otros más listos o más vivos me ganaban siempre la partida. Soy un vencido… Un inútil Lo sé (Breve pausa). pero, por eso mismo, me atrevo a hablarte. Somos dos solitarios. No pretendo luchar contra tus recuerdos, pero quiero salvarte de la horrenda melancolía en que te veo vivir… Y, también que me salves tú a mí. Tú me estás devolviendo la fe en la vida, que he perdido. Desde que te he conocido, quiero luchar de nuevo. Tú has hecho el milagro, mi dulce, mi triste Irene. ¡Sigue salvándome, tú que puedes hacerlo, Y Sálvate tú!… Acéptame.
Historia de una escalera — Final del Acto I
FERNANDO.- No. Te lo suplico. No te marches. Es preciso que me oigas… y que me creas. Ven. Como entonces.
CARMINA.-¡Si nos ven!
FERNANDO.- ¡Qué nos importa! Carmina, por favor, créeme. No puedo vivir sin ti. Estoy desesperado. Me ahoga la ordinariez que nos rodea. Necesito que me quieras y que me consueles. Si no me ayudas no podré salir adelante.
CARMINA.-¿Por qué no se lo pides a Elvira?
FERNANDO.- ¡Me quieres! ¡Lo sabía! ¡Tenías que quererme!¡Carmina, mi Carmina!
CARMINA.- ¿Y Elvira?
FERNANDO.- ¡La detesto! Quiere cazarme con su dinero. ¡No la puedo ver!
CARMINA.- ¡Yo tampoco!
FERNANDO.- Ahora tendría que preguntarte yo: ¿Y Urbano?
CARMINA.- ¡Es un buen chico! ¡Estoy loca por él! ¡Tonto!
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