Esperando a Godot
Esperando a Godot (1948) es una obra del teatro absurdo escrita por el irlandés Samuel Beckett. De entre todo el amplio repertorio del autor, esta “Tragicomedia en dos actos” —tal y como fue subtitulada— es el texto con mayor reconocimiento a nivel mundial. Vale acotar que fue la pieza que introdujo formalmente al Beckett dentro del universo teatral, y le valió ser el ganador del premio Nobel de Literatura de 1969.
Un dato interesante es que Beckett —apasionado lingüista y filólogo— hizo uso del idioma francés para escribir esta obra. No en vano la publicación del título se dio bajo el sello editorial francófono Les Éditions de Minuit, cuatro años después de haber sido escrita (1952). Esperando a Godot se estrenó en las tablas el 5 de enero de 1953, en París.
Resumen de la obra
Beckett seccionó la obra de manera simple: en dos actos.
Primer acto
En esta parte, la trama muestra a Vladimir y Estragon llegando a un escenario compuesto por «Un camino en el campo. Un árbol. —estos elementos se mantienen durante toda la obra— Una tarde”. Los personajes visten desaliñados y descuidados, lo que hacer inferir que puede tratarse de vagabundos, pues de ellos no se sabe nada concreto. De dónde vienen, qué ocurrió en su pasado y por qué visten así, es un total misterio.
Godot: el motivo de la espera
Lo que realmente se conoce, y la obra se encarga de hacerlo saber muy bien, es que ellos esperan a un tal “Godot”. ¿De quién se trata?, nadie sabe, sin embargo, el texto dota a este enigmático personaje con el poder de remediar las penurias de los que le aguardan.
La llegada de Pozzo y Lucky
Mientras esperan al que no llega, Didi y Gogo —como también son conocidos los protagonistas— diálogo tras diálogo divagan en sinsentidos y se ahogan en la nada del “ser”. Al poco tiempo, Pozzo —dueño y señor del lugar que pisan, según él— y su criado Lucky se suman a la espera.
Pozzo es dibujado como el típico fanfarrón adinerado. A su llegada, hace hincapié en su poder y trata de derrochar dominio propio y confianza. No obstante, mientras el tiempo se quema en habladurías, se hace más evidente que —tal y como el resto de los personajes— el millonario hombre está sumido en el mismo dilema: no sabe el porqué ni el para qué de su existencia. Lucky, por su parte, es un ser sumiso y dependiente, un esclavo.
Un mensaje desalentador que alarga la espera
Cuando el día está por acabar sin que existan indicios de que llegará Godot, algo inesperado sucede: aparece un niño. Este se acerca adonde se encuentran divagando Pozzo, Lucky, Gogo y Didi y les informa que, si bien Godot no ha de llegar, es muy probable que haga acto de presencia al día siguiente.
Vladimir y Estragon, tras aquella noticia, se ponen de acuerdo para volver en la mañana. No desisten de su plan: necesitan, a toda costa, encontrarse con Godot.
Segundo acto
Tal y como se dijo, se mantiene el mismo escenario. El árbol, con sus tétricas ramas, tienta en el fondo para que sea usado y se acabe con el tedio y la rutina. Didi y Gogo retornan a dicho lugar y repiten sus desvaríos. Sin embargo, ocurre algo distinto respecto al día anterior, y eso es que ellos empiezan a notar que hubo un ayer, pues son evidentes los indicios de que ellos estuvieron allí.
Se puede hablar entonces de una consciencia temporal, aun y cuando, prácticamente, se repite todo; una especie de “Día de la marmota”.
Una reaparición con cambios drásticos
Lucky y su señor regresan, no obstante, se encuentran en una situación muy distinta. El criado ahora es mudo, y Pozzo sufre de ceguera. Bajo ese panorama de cambios radicales, la esperanza de la llegada persiste, y con ella los diálogos sin rumbo, absurdos, el cuadro de la sinrazón de la vida.
Tal y como el día anterior, el pequeño mensajero retorna. Sin embargo, al ser cuestionado por Didi y Gogo, el niño niega haber estado ayer con ellos. Lo que sí vuelve a repetir es la misma noticia: Godot no vendrá hoy, mas es posible que mañana sí.
Los personajes se ven de nuevo a las caras, y entre la decepción y el lamento, acuerdan retornar al día siguiente. El solitario árbol sigue en su lugar como un símbolo del suicidio como salida; Vladimir y Estragon lo ven y lo piensan, pero esperan a ver qué traerá “el mañana”.
De esta manera la obra culmina, dando paso a lo que puede ser un bucle, que no es más que el día tras día del hombre y lo que en su ejercicio pleno de conciencia llama “vida”.
Análisis de Esperando a Gogdot
Esperando a Godot, en sí, es una redundancia que nos dibuja lo que es el día a día del hombre. Lo normal en los dos actos del texto —salvo uno que otro cambio puntual— es la repetición continua que no hace más que evidenciar el andar irremediable de cada ser, paso a paso, hasta su tumba.
La maestría de la simpleza
Es en la simpleza de la obra, aunque parezca cliché, donde radica su maestría, donde está su riqueza: un cuadro sobre las tablas que retrata la sinrazón que circunda al hombre.
Aunque Godot —el tan ansiado, el tan aguardado— nunca aparece, su no presencia se presta para entrever la tragedia propia del absurdo de la existencia humana. El tiempo en el escenario recibe su razón con acciones que, aunque parezcan irracionales, no serían ni mejores ni peores que otras, pues el que se espera, de igual manera, no vendrá.
Pase lo que pase, nada cambiará el destino de los hombres
En la obra es lo mismo reír o llorar, respirar o no, ver morir la tarde o al árbol secarse, o hacerse uno con el árbol y el paisaje. Y nada de eso cambiará el destino único: la llegada de la inexistencia.
Godot no es Dios…
Si bien a lo largo de los años no han faltado quienes alegan que Godot es Dios mismo, Beckett desmintió tal razonamiento. Pues, aunque lo asocien en esencia a la espera continua del hombre por la divinidad en las diversas culturas valiéndose de la simple coincidencia con el vocablo anglo God, lo cierto es que el autor indicó que el nombre provenía de la voz francófona godillot, o sea: “bota”, en español. Por ende, ¿qué esperaban Didi y Gogo?, a la nada, la esperanza del hombre está consagrada a lo incierto.
También ha habido quien ha asociado al mensajero de Godot con el mesías de la cultura judeocristiana, y hay lógica allí. Pero tomando en cuenta lo expuesto por el autor, también se descarta esta teoría.
La vida: el bucle
El final no pudo ser más cónsono con el resto de lo planteado en la obra, ciertamente. Se retrocede, pues, al principio, sin embargo se gana la consciencia de que se está, de que hubo un ayer en espera, tan o más cruento que el hoy, pero no menos que el mañana. Y el que dice que ha de venir niega que dijo haberlo dicho ayer, pero promete que puede que mañana si acontezca… y así, hasta el último suspiro.
Comentarios de la crítica especializada sobre Esperando a Godot
- «Nada ocurre, dos veces«, Vivian Mercier.
- “¡Nada ocurre, nadie viene, nadie va, es terrible!«, anónimo, luego del estreno en París en 1953.
- “Esperando a Godot, más realista que absurda”. Mayelit Valera Arvelo
Curiosidades de Esperando a Godot
- El crítico Kenneth Burke, luego de ver la obra, manifestó que el vínculo entre El Gordo y El Flaco era enormemente parecido al de Vladimir y Estragon. Lo cual es sumamente lógico, a sabiendas de que Beckett era fanático de El Gordo y el Flaco.
- Entre los tantos orígenes del título, hay uno que reza que a Beckett se le ocurrió mientras disfrutaba del Tour de Francia. A pesar de que la carrera había culminado, aún la gente estaba expectante. Samuel preguntó: “¿A quién esperan?”, y, sin dudar, respondieron de entre el público “¡A Godot!”. La frase hacía referencia a aquel competidor que había quedado rezagado y que estaba por llegar.
- Todos los personajes llevan un sombrero de bombín. Y esto no es casualidad, Beckett era fanático de Chaplin, así que fue su manera de homenajearlo. Y es que en la obra hay mucho del cine mudo, mucho de lo que dice el cuerpo, de lo que expresa, sin mesuras, el silencio. Al respecto, el director de teatro Alfredo Sanzol expresó en una entrevista a El País de España:
“Es curioso, él especifica que Vladímir y Estragón llevan bombín y por eso en todas las puestas en escena siempre llevan bombín. Yo me resistía. El caso es que probé gorros y otro tipo de sombreros, pero no funcionaban. Hasta que pedí un par de bombines y, claro, debían llevar bombines. El bombín es Chaplin, o en España, Coll. Provocan muchas referencias. Para mí fue una lección de humildad”.
- Si bien Esperando a Godot fue la primera incursión formal de Beckett en el teatro, hubo dos intentos previos que no lograron concretarse. Uno de ellos fue una obra acerca de Samuel Johnson. El otro fue Eleutheria, pero se desechó luego de que saliera a la luz Godot.
Frases de Esperando a Godot
- “Hemos acudido a la cita, eso es todo. No somos santos, pero hemos acudido a la cita. ¿Cuántas personas podrían decir lo mismo?”.
- “Las lágrimas del mundo son inmutables. Por cada uno que empieza a llorar, en otra parte hay otro que cesa de hacerlo”.
- “Recuerdo los mapas de Tierra Santa. En color. Muy bonitos. El mar Muerto era azul pálido. Sentía sed con sólo mirarlo. Me decía: iremos allí a pasar nuestra luna de miel. Nadaremos. Seremos felices”.
- “VLADIMIR: Con esto hemos pasado el rato. ESTRAGON: Hubiera pasado igual, de todos modos. VLADIMIR: Sí, pero menos rápido”.
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