Enrique Jardiel Poncela, el poeta. Cuatro poemas escogidos
Enrique Jardiel Poncela
4 poemas escogidos
LA VIDA
Por lo breve es… el tiempo de un respiro;
un relámpago; el cruce de una estrella;
un parpadeo; un goce; una centella;
una germinación; un beso; un tiro;
un do de pecho; un brindis; un suspiro;
una flor en un búcaro; una huella;
una amistad; lo bello de una bella;
una promesa; un éxito; un ¡te admiro!;
un convertirse en público un secreto;
un pasar de cadáver a esqueleto;
un naufragio; una rúbrica; una bruma;
un rubor; un crepúsculo; un asueto;
un eclipse; una boda; un sí; una espuma;
MIS RAZONES PARA HABLAR DE PRISA
¡Oh! ¡Destino, que riges el ritmo de mi vida!
¡Oh! ¡Destino, que das el tono a mi existencia!
Dicen que hablo de prisa, cualidad maldecida,
que hace que el radioyente pierda tiempo y paciencia.
¿Por qué no me das tú la calma necesaria
que tuvieron San Luis, el Santo Job y Arcadio?
¿No ves que estoy jugándome la vida a la contraria
cada vez que me toca conferencia en la Radio?
Yo, que quisiera hablar con claridad de cielo,
por lo visto, estoy siendo un as en el camelo,
y, según es costumbre en esta clase de ases,
me meriendo y digiero el final de las frases.
Dame tú claridad en la pronunciación
cada vez que me toque actuar en la emisión,
y si no claridad para excitar la risa,
dime al menos la causa de por qué hablo de prisa.
***
CARLOS ARNICHES
«Es el rey del sainete» —se susurra al pasar—,
y él pasa —largo y alto— sin oír ni mirar,
y no mira ni oye porque vive en la altura.
(Hay que advertir que tiene dos metros de estatura.)
Los actores, el día que manda convocarlos
a «una lectura» nueva, se alegran ipso facto,
y se abrazan, gritando: «¡Hoy va a leer don Carlos!»,
mientras la Empresa gime: «¡No traerá más que un acto!»
Escribe poco y bueno. Si acierta es una mina:
corre el oro en taquilla en forma de cien llenos.
Mas cuando se equivoca se arma una sarracina
de cuatro mil doscientos ochenta sarracenos.
«¡Le ríe el alma a este hombre!» —he oído siempre yo
al ocupar mi sitio en las noches de estreno.
«Le ríe el alma a este hombre.» Le ríe el alma… ¡Bueno!
Debe reírle el alma, porque la cara, no.
***
PARÍS
Asfalto azul y cielo gris
que se contempla vis-à-vis,
o, mejor dicho, tête-à-tête.
Aristocracia en flor de lis
hacia la Estrella y Saint-Denis.
Pueblo Burgués en La Villete.
Frauleins y niños. Y una miss
junto a una estatua del rey Luis
en un jardín. Voyons, Pierrette,
viens donc ici; ne sois pas bête!
Rue de la Paix. Hotel Claridge.
Puesto de libros. Casa Hachette.
Capas de piel de petit-gris.
Y en el «Casino» una vedette
mucho más vieja que el país,
a quien la gente llama «Mis-
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