Enrique Jardiel Poncela, el poeta. Cuatro poemas escogidos

Enrique Jardiel Poncela nació un día como hoy en Madrid. Conocido principalmente como autor teatral, también cultivó la poesía con parecido toque humorístico al que usó en sus comedias teatrales más populares. Así que para recordarlo, he escogido 4 de sus poemas.

Enrique Jardiel Poncela

Periodista como su padre, Jardiel Poncela trabajó y colaboró en medios tales como El ImparcialLa Acción además de publicar en la revista Buen Humor. Pero a partir de 1923 decide dedicarse de lleno a la literatura y al teatro. Publicó también novelas como El hombre a quien amó Alejandra o Amor se escribe sin hache.
Pero sin duda sus éxitos fueron con comedias teatrales como Usted tiene ojos de mujer fatal, Un marido de ida y vuelta, Eloísa está debajo de un almendro o Los ladrones somos gente honrada. Recibió también el Premio Nacional de Teatro. Murió a los 51 años de un cáncer de laringe.
Sin embargo, su faceta menos conocida es la de poeta y estos son:

4 poemas escogidos

LA VIDA

Por lo breve es… el tiempo de un respiro;
un relámpago; el cruce de una estrella;
un parpadeo; un goce; una centella;
una germinación; un beso; un tiro;
un do de pecho; un brindis; un suspiro;
una flor en un búcaro; una huella;
una amistad; lo bello de una bella;
una promesa; un éxito; un ¡te admiro!;
un convertirse en público un secreto;
un pasar de cadáver a esqueleto;
un naufragio; una rúbrica; una bruma;
un rubor; un crepúsculo; un asueto;
un eclipse; una boda; un sí; una espuma;

un amor; una dicha… y un soneto.
***

MIS RAZONES PARA HABLAR DE PRISA

¡Oh! ¡Destino, que riges el ritmo de mi vida!
¡Oh! ¡Destino, que das el tono a mi existencia!
Dicen que hablo de prisa, cualidad maldecida,
que hace que el radioyente pierda tiempo y paciencia.
¿Por qué no me das tú la calma necesaria
que tuvieron San Luis, el Santo Job y Arcadio?
¿No ves que estoy jugándome la vida a la contraria
cada vez que me toca conferencia en la Radio?
Yo, que quisiera hablar con claridad de cielo,
por lo visto, estoy siendo un as en el camelo,
y, según es costumbre en esta clase de ases,
me meriendo y digiero el final de las frases.
Dame tú claridad en la pronunciación
cada vez que me toque actuar en la emisión,
y si no claridad para excitar la risa,
dime al menos la causa de por qué hablo de prisa.

***

CARLOS ARNICHES
«Es el rey del sainete» —se susurra al pasar—,
y él pasa —largo y alto— sin oír ni mirar,
y no mira ni oye porque vive en la altura.
(Hay que advertir que tiene dos metros de estatura.)
Los actores, el día que manda convocarlos
a «una lectura» nueva, se alegran ipso facto,
y se abrazan, gritando: «¡Hoy va a leer don Carlos!»,
mientras la Empresa gime: «¡No traerá más que un acto!»
Escribe poco y bueno. Si acierta es una mina:
corre el oro en taquilla en forma de cien llenos.
Mas cuando se equivoca se arma una sarracina
de cuatro mil doscientos ochenta sarracenos.
«¡Le ríe el alma a este hombre!» —he oído siempre yo
al ocupar mi sitio en las noches de estreno.
«Le ríe el alma a este hombre.» Le ríe el alma… ¡Bueno!
Debe reírle el alma, porque la cara, no.

***

PARÍS

París… ¡París! Voilà Paris!
Asfalto azul y cielo gris
que se contempla vis-à-vis,
o, mejor dicho, tête-à-tête.
Aristocracia en flor de lis
hacia la Estrella y Saint-Denis.
Pueblo Burgués en La Villete.
Frauleins y niños. Y una miss
junto a una estatua del rey Luis
en un jardín. Voyons, Pierrette,
viens donc ici; ne sois pas bête!
Rue de la Paix. Hotel Claridge.
Puesto de libros. Casa Hachette.
Capas de piel de petit-gris.
Y en el «Casino» una vedette
mucho más vieja que el país,
a quien la gente llama «Mis-
tinguette».


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