Giorgos Seferis. Aniversario de su nacimiento. Poemas escogidos

Giorgos Seferis fue un poeta, ensayista, diplomático y traductor griego que nació un día como hoy de 1900 en Esmirna. Fue el primer autor griego en ganar el premio Nobel de Literatura que le concedieron en 1963. En su memoria va esta selección de poemas escogidos.

Giorgos Seferis

Giorgios Stylianou Seferiadis, más conocido como Giorgos Seferis, nació en Esmirna, entonces Grecia y actualmente Turquía, el 13 de marzo de 1900. Fue poeta, ensayista y diplomático. El gusto por la literatura lo heredó de su padre y empezó a escribir poesía muy joven. Una de sus principales fuentes de inspiración fue la Odisea de Homero.

En 1925 ingresó en el cuerpo diplomático en el que hizo una larga carrera con cargos en Inglaterra y Albania. Durante la Segunda guerra mundial vivió en el exilio. Además de ganar el Nobel en 1963, fue doctor honoris causa por las universidades de Cambridge, Oxford, Salonika y Princeton.

Poemas escogidos

Rima

Labios, guardianes de mi amor que iba extinguiéndose
manos, lazos de mi juventud que iba escapándose
tez de un rostro perdido en algún punto de la naturaleza
árboles… pájaros… caza…

Cuerpo, uva negra de sol ardiente
cuerpo, bajel de mi riqueza, ¿adónde vas?
Llegó la hora en que el crepúsculo se ahoga
y me gana el cansancio en pos de las tinieblas…

(Nuestra vida va mermando cada día.)

Anhelo

Sin color, sin cuerpo
este cariño que vaga
disperso, apiñado,
una y otra vez disperso,
palpita sin embargo
en el bocado de la manzana,
en la incisión del higo,
en una cereza grana,
en el grano de un racimo.
Tanta Afrodita difusa por el aire
dará sed y palidez
a una boca y a otra boca
sin color, sin cuerpo.

Balance

He viajado, me he cansado y escrito poco
pero pensé mucho en el regreso, cuarenta años.
El hombre en todas las edades es un niño:
la ternura y la brutalidad de la cuna;
a lo demás le pone límite la mar, como a la orilla,
a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz.

La hoja del álamo

Temblaba tanto que se la llevó el viento
temblaba tanto cómo no se la iba a llevar el viento
allá lejos
un mar
allá lejos
una isla al sol
y las manos aferradas a los remos
muriendo a la vista del puerto
y los ojos cerrados en anémonas marinas.

Temblaba tanto y tanto
la he buscado tanto y tanto
en la acequia de los eucaliptos
en primavera y en otoño
en todos los bosques desnudos
cuánto la he buscado, Dios mío.

Desasosiego

Por apagar su sed pugnaban tus labios
en busca del fresco prado regado del Eurotas
y tú a galope en pos de tu lebrel, no te alcanzaron
y de las puntas de tus senos destilaba el sudor.

Estrofa

Instante, venido de una mano
que tanto había amado,
me diste precioso alcance al oscurecer,
como una paloma negra.

Clareaba ante mí el camino,
vaho sutil de un sueño
en el ocaso de una sagrada cena…
Instante, grano de arena

solitario, tú que entero ocupaste
la trágica clepsidra
muda, como tras de haber visto a la Hidra
en el jardín del cielo.

Un poco más y el sol se detendrá…

Un poco más y el sol se detendrá.
Los espíritus del alba
soplaron en las conchas secas;
tres veces trinó el pájaro tres veces sólo;
la lagartija sobre la piedra blanca
se queda inmóvil
mirando la hierba requemada
allá donde se deslizó la culebra.
Un ala negra traza profunda muesca
arriba en la bóveda del azul —
mírala, va a abrirse.

Triunfal dolor de parto.

Epigrama

Un borrón en el verde secante
un verso apagado sin final,
una pala de ventilador estival
que ha cortado el denso calor;
el ceñidor que se quedó en mis manos
cuando el deseo cruzó a la otra orilla
-esto es lo que puedo ofrecerte, Perséfone,
apiádate de mí y concédeme el sueño de una hora.

Fuente: A media voz



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