Vida y obra de Miguel Hernández

Miguel Hernández.

Miguel Hernández.

Considerado una de las voces más notorias de la literatura española del siglo XX, Miguel Hernández Gilabert (1910 – 1942) fue un poeta y dramaturgo español circunscrito a la Generación del 36. Aunque en algunas referencias este autor es adscrito a la Generación del 27 debido al intercambio intelectual que mantuvo con varios de sus integrantes, en especial con Maruja Mallo o Vicente Aleixandre, por nombrar algunos.

Es recordado como un mártir perecido bajo la opresión del franquismo, pues solo tenía 31 años de edad cuando murió debido a la tuberculosis en una cárcel de Alicante. Eso ocurrió tras ser arrestado y condenado a muerte (luego su pena fue conmutada a 30 años de prisión). Hernández tuvo una corta vida, pero dejó un vasto legado de obras renombradas, entre las cuales destacan Perito en lunas, El rayo que no cesa y El viento acecha.

Infancia, juventud e influencias

Miguel Hernández nació en Orihuela, España, el 30 de octubre de 1910. Fue el tercero de siete hermanos surgidos de la unión entre Miguel Hernández Sánchez y Concepción Gilabert. Era una familia de escasos recursos económicos dedicada a la cría de ganado caprino. En consecuencia, Miguel comenzó desde muy temprana edad a realizar este oficio, sin mayores aspiraciones de formación educativa que unos estudios elementales.

Sin embargo, a partir de sus 15 años el joven Hernández complementaba sus actividades de cuidado del rebaño con una lectura intensa de autores de literatura clásica —Gabriel Miró, Garcilaso de la Vega, Calderón de la Barca o Luis de Góngora, entre otros— hasta convertirse en un verdadero autodidacta. Durante esa época comenzó a escribir sus primeros poemas.

Asimismo, fue integrante de un grupo improvisado de tertulias literarias locales junto a destacadas personalidades intelectuales. Entre los personajes con los que compartió destacan Ramón Sijé, Manuel Molina y los hermanos Carlos y Efraín Fenol. Más adelante, con 20 años (en 1931) recibió el Premio de la Sociedad Artística del Orfeón Ilicitano por Canto a Valencia, un poema de 138 versos sobre la gente y el paisaje de la costa levantina.

Frase de Miguel Hernández.

Frase de Miguel Hernández.

Viajes a Madrid

Primer viaje

El 31 de diciembre de 1931 viajó por primera vez a Madrid en la búsqueda de una mayor exposición. Pero Hernández no consiguió un empleo importante a pesar de su reputación, buenas referencias y recomendaciones. Por consiguiente, debió volver a Orihuela transcurridos cinco meses. Sin embargo, fue un período muy fructífero desde el punto de vista artístico, porque entró en contacto directo con la obra de la Generación del 27.

De igual forma, su estancia en Madrid le otorgó la teoría e inspiración necesarias para escribir Perito en lunas, su primer libro, publicado en 1933. Ese mismo año volvió a la capital española al ser nombrado colaborador —posteriormente secretario y redactor— en las Misiones Pedagógicas, bajo la protección de José María Cossío. Igualmente, contribuyó frecuentemente con la Revista de Occidente. Allí completó sus obras de teatro Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras (1933), El torero más valiente (1934) y Los hijos de la piedra (1935).

Segundo viaje

Su segunda estancia en Madrid encontró a Hernández en una relación sentimental con la pintora Maruja Mallo. Fue ella quien lo impulsó a escribir la mayoría de los sonetos de El rayo que no cesa (1936).

El poeta también se hizo amigo de Vicente Aleixandre y de Pablo Neruda, con  este último entabló una profunda amistad. Con el escritor chileno fundó la revista Caballo Verde para la Poesía y comenzó a inclinarse por ideas marxistas. Entonces, la influencia de Neruda en Hernández se hizo evidente por su breve paso por el surrealismo, así como por sus mensajes cada vez más comprometidos con los problemas sociales y políticos de esos tiempos.

En 1935 murió Ramón Sijé, el deceso del amigo cercano de toda la vida motivó a Miguel Hernández en la creación de su legendaria Elegía. Sijé (cuyo nombre real era José Marín Gutiérrez), lo había presentado ante quien sería su esposa, Josefina Manresa. Ella fue su musa para muchos de sus poemas, así como la madre de sus dos hijos: Manuel Ramón (1937 – 1938) y Manuel Miguel (1939 – 1984).

Josefina Manresa, quien fue esposa de Miguel Hernández.

Josefina Manresa, quien fue esposa de Miguel Hernández.

Guerra Civil, encarcelamiento y muerte

En julio de 1936 estalló la Guerra Civil española. Tras el comienzo de la actividad bélica, Miguel Hernández se alistó voluntariamente en el ejército republicano y comenzó su activismo político adjunto al Partido Comunista de España (razón de su posterior pena de muerte). Fue un período en el cual comenzó o finalizó los poemarios Viento del pueblo (1937), El hombre acecha (1937 – 1938), Cancionero y romancero de ausencias (1938 – 1941) y Nanas de la cebolla (1939).

Adicionalmente, produjo las obras de teatro El labrador de más aire y Teatro en la guerra (ambas de 1937). Durante el conflicto bélico participó activamente en los frentes de batalla en Teruel y Jaén. También formó parte del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura en Madrid y viajó brevemente a la Unión Soviética en representación del gobierno de la República.

Al concluir la guerra en abril de 1939, Miguel Hernández volvió a Orihuela. Fue detenido tratando de pasar la frontera hacia Portugal en Huelva. Pasó por varias prisiones hasta que falleció recluido en el penal de Alicante el 28 de marzo de 1942, víctima de una bronquitis que derivó en tifus y, finalmente, en tuberculosis.

Palabras de Neruda tras la muerte de Miguel Hernández

El nexo que desarolló Pablo Neruda con Miguel Hernández fue muy estrecho. Ambos alcanzaron una estima en nada proporcional al tiempo que compartieron. Se puede decir sin equívoco que su cariño se aderezó con la manera en la que ambos lograron ahondar en la palabra. Tras el fallecimiento del poeta, Neruda sintió un fuerte dolor. Entre las cosas que escribió y dijo el poeta chileno respecto a Hernández, destaca esto:

“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”.

Pablo Neruda

Los poemas de Miguel Hernández

Cronológicamente, su obra corresponde a la denominada “generación del 36”. No obstante, Dámaso Alonso se refirió a Miguel Hernández como el “genial epígono” de la “generación del 27”. Esto por la notable evolución de sus publicaciones, desde las tendencias católicas de la mano de Ramón Sijé en la revista El Gallo Crisis hacia ideas más revolucionarias y de escritura comprometida por la influencia de Pablo Neruda.

Miguel Hernández es señalado por los especialistas literarios como el mayor exponente de la “poesía de guerra”. A continuación, se exponen algunos de sus poemas más notables (según la agencia Europa Press, 2018):

Vientos del pueblo me llevan

“Si me muero, que me muera

con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,

la boca contra la grama,

tendré apretados los dientes

y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas”.

El rayo que no cesa

“¿No cesará este rayo que me habita

el corazón de exasperadas fieras

y de fraguas coléricas y herreras

donde el metal más fresco se marchita?

¿No cesará esta terca estalactita

de cultivar sus duras cabelleras

como espadas y rígidas hogueras

hacia mi corazón que muge y grita?”.

Las manos

“Dos especies de manos se enfrentan en la vida,

brotan del corazón, irrumpen por los brazos,

saltan, y desembocan sobre la luz herida

a golpes, a zarpazos.

La mano es la herramienta del alma, su mensaje,

y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.

Alzad, moved las manos en un gran oleaje,

hombres de mi simiente”.

Frase de Miguel Hernández.

Frase de Miguel Hernández.

Jornaleros

“Jornaleros que habéis cobrado en plomo

sufrimientos, trabajos y dineros.

Cuerpos de sometido y alto lomo:

jornaleros.

Españoles que España habéis ganado

labrándola entre lluvias y entre soles.

Rabadanes del hambre y del arado:

españoles.

Esta España que, nunca satisfecha

de malograr la flor de la cizaña,

de una cosecha pasa a otra cosecha:

esta España”.

Tristes guerras

“Tristes guerras

si no es amor la empresa.

Tristes, tristes.

Tristes armas

si no son las palabras.

Tristes, tristes.

Tristes hombres

si no mueren de amores.

Tristes, tristes”.

Llamo a la juventud

“Sangre que no se desborda,

juventud que no se atreve,

ni es sangre, ni es juventud,

ni relucen, ni florecen.

Cuerpos que nacen vencidos,

vencidos y grises mueren:

vienen con la edad de un siglo,

y son viejos cuando vienen”.

Cancionero y romancero de ausencias

“Por las calles voy dejando

algo que voy recogiendo:

pedazos de vida mía

venidos desde muy lejos

Voy alado a la agonía

arrastrándome me veo

en el umbral, en el fundo

latente de nacimiento”.

Canción última

“Pintada, no vacía:

pintada está mi casa

del color de las grandes

pasiones y desgracias.

Regresará del llanto

adonde fue llevada

con su desierta mesa,

con su ruinosa cama.

Florecerán los besos

sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos

elevará la sábana

su intensa enredadera

nocturna, perfumada.

El odio se amortigua

detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza”.



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