José Calvo Poyato. Entrevista al autor de La travesía final

Fotografía: José Calvo Poyato. (c)Pepe Travesía. Cortesía de Ingenio de Comunicaciones.

José Calvo Poyato tiene una larga trayectoria como escritor de obras de divulgación histórica y como novelista, entre cuyos títulos destacan El hechizo del rey, Conjura en Madrid, La Biblia Negra, La dama del dragón o El Sueño de Hipatia, entre otros. Le agradezco muchísimo el tiempo dedicado para esta entrevista donde nos habla de su última novela, La travesía final, y sobre más temas.

José Calvo Poyato — Entrevista

  • ACTUALIDAD LITERATURA: Acabas de sacar nueva novela al mercado, La travesía final. ¿Qué nos cuentas en ella? 

La travesía final es, en cierto, modo, una continuación de La ruta infinita, en la que se contaba la primera vuelta al mundo dada por Juan Sebastián Elcano. Ahora, el marino español, nacido en Guetaria, se convierte en el centro de la novela en la que se cuenta qué fue de él, después de dar la primera vuelta al mundo, porque Elcano desaparece de los manuales de historia y el personaje me parece lo suficientemente importante como para que sepamos que ocurrió con él. Añádase a ello que esos años siguientes a la primera vuelta al mundo estuvieron llenos de grandes acontecimientos de nuestra historia. 

  • AL: ¿Te puedes remontar al recuerdo de ese primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?

El primer libro que leí fue una historia de las Cruzadas. Era de aquellos libros de Editorial Bruguera en los que se combinaba el texto con el tebeo. Primero se leía el tebeo. A veces solo el tebeo. Éramos niños de siete u ocho años. Creo que me lo regalaron al hacer la primera comunión, aún no había cumplido los siete años.

La primera historia que escribí y que se convirtió en libro fue un estudio histórico sobre la crisis del siglo XVII en mi pueblo: La crisis del siglo XVII en la Villa de Cabra. Ganó un premio y por eso se publicó. Hace ya algunos años de aquello.

  • AL: ¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?

Recuerdo que me impresionaban, siendo un adolescente, los libros de Martín Vigil, como La vida sale al encuentro. También los de Maxence Van der Meersch, como ¡Cuerpos y almas! Como historiador, recuerdo que un verano leí todos los Episodios Nacionales de Galdós. Me impresionaron. Creo que esa lectura influyó decisivamente para que terminase siendo historiador y me apasionase la novela histórica. Entonces ni se me pasaba por la cabeza que algún día sería yo quien las escribiría. 

  • AL: ¿Quién es tu escritor favorito? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas.

Ya me he referido a lo que supuso don Benito Pérez Galdós. Soy un apasionado de Quevedo y de los grandes novelistas del siglo XIX como Honoré Balzac o Víctor Hugo. Entre los escritores actuales, mis preferidos son José Luis Corral, verdadero maestro de la novela histórica. Los ensayos de Juan Eslava Galán y las obras de don Antonio Domínguez Ortiz sobre la España de los Austrias y el siglo XVIII.

  • AL: ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer y crear?

Madame Bovary. Me parece que es uno de los personajes mejor trazados en la literatura de todos los tiempos. No se queda atrás Lázaro, el protagonista de El Lazarillo de Tormes, o Sancho Panza. Ambos me parecen geniales por sus referencias y peripecias vitales. 

  • AL: ¿Alguna costumbre especial a la hora de escribir o leer?

Suelo aislarme bastante bien, lo que me permite escribir en lugares donde hay otra gente charlando. Por eso, con frecuencia, escribo en la cocina de mi casa, centro de tertulias familiares. Cuando hago la corrección final de un texto para entregarlo a la imprenta, suelo aislarme y hacer la lectura sin interrupciones. A veces redacto —redactar es la fase final del proceso de escritura— durante muchas semanas y pueden producirse desajustes, cambios de ritmo, que es necesario corregir. Entonces prefiero estar solo y aislado.  

  • AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?

Como ya he señalado puedo hacerlo en cualquier parte y ahora no tengo momentos preferidos. Hubo épocas en que prefería escribir de noche. Pero con el tiempo he concluido que se debe escribir cuando uno se encuentra cómodo, suelto. A veces, se empeña uno en escribir —en el sentido de redactar— y no fluyen las ideas. En esos momentos es mejor dejarlo. Hay veces en que, por el contrario, todo surge con facilidad y hay que aprovecharlo.

  • AL: ¿Otros géneros que te gusten?

Además de novelas históricas, leo mucho ensayo histórico; al fin y al cabo, soy historiador. También leo novela negra, tanto clásica del tipo de Dashiell Hammett o Vázquez Montalbán como novela negra actual. Muchos lectores sostienen que en mis novelas hay siempre una trama negra que, sin ser propiamente histórica, es verosímil y por lo tanto encaja bien en el marco histórico de la novela. 

  • AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?

He terminado El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Estoy leyendo Las armas de la Luz, de Sánchez Adalid, y La reina olvidada, de José Luis Corral. Está esperando una biografía de Carlos III. Busco información sobre aspectos poco conocidos del siglo XVIII español en su segunda mitad. 

  • AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial para tantos autores como hay o quieren publicar?

Quizá está más complicado en los últimos años. La crisis que comenzó en 2008 afectó mucho al mundo del libro. Muy buenos escritores se quedaron sin editorial. Fue algo muy duro. Hay en la actualidad muchos escritores que tienen la ilusión de publicar, pero las posibilidades son reducidas. Existe la posibilidad de la autoedición, pero en ese caso falla la distribución, que es fundamental. Es una pena que muchas historias, muy buenas y bien contadas, no vean la luz o la vean de forma muy limitada.

  • AL: ¿Te está siendo difícil el momento de crisis que estamos viviendo o podrás quedarte con algo positivo para futuras novelas?

La crisis epidémica que estamos viviendo está siendo muy dura. No solo por los fallecidos y los enfermos que están teniendo dificultades para recuperarse. También por lo que suponen el confinamiento, las restricciones, la inmovilidad o movilidad muy relativa. Es algo que nuestra sociedad no esperaba. Estas epidemias afectaban a otras partes de planeta, pero no eran problema en Europa.

Para mí, personalmente, ha sido soportable. Vivo en una casa de pueblo   —todo un lujo en estas circunstancias  y el oficio de escritor es muy solitario, aunque yo escriba a veces, en medio de una tertulia familiar. Creo que podemos sacar conclusiones de lo que está ocurriendo como que somos más vulnerables de lo que pensábamos, que la humildad es algo muy recomendable o que la paciencia, en una sociedad dominada por la velocidad y la inmediatez, resulta conveniente que aprendamos a cultivarla.



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