James Ellroy en Madrid con su nueva novela: Pánico

Fotografías: (c)MariolaDCA

A poco me lo pierdo, pero no. James Ellroy ha vuelto a España para presentar su nueva novela, Pánico, y anda hasta el día 6 de visita por Madrid, Barcelona y Valencia. El enorme escritor angelino de novela (más que) negra sigue siendo enorme en sentido figurado y literal y no ha perdido un ápice de su legendario histrionismo pero también cercanía. El pasado viernes 29 firmó ejemplares del libro a unos cuantos lectores de su parroquia más fiel que nos pasamos por Fnac Callao para saludarlo, mascarilla mediante, que el Perro no muerde pero todos seguimos teniendo precaución. Lo mejor de todo: ver que los grandes autores internacionales vuelven a moverse por el mundo.

James Ellroy para los amigos y el Perro Rabioso para todos

De James Ellroy hay poco que decir ya y son varios los artículos que le he dedicado por este blog. Uno de mis autores de referencia del género más oscuro, descarnado y, también a veces, endiabladamente complicado de leer por su estilo tan único y personal. De frases cortas a modo de telegrama y unidas por una sintaxis llena de aliteraciones, onomatopeyas, jerga angelina, del género y de la época en que ambienta sus novelas. Y es que Ellroy no es para todos los públicos ni lectores. Incluso a los más avezados se nos han atascado algunos títulos, que además son extensos por lo general.

Este Pánico es toda una transgresión porque se queda en 364 páginas, pero ya avisa, que me lo dijo al señalárselo, en ese inglés pastoso y grave: «El próximo será más grande». O sea, que con 74 años que cumplió el pasado 4 de marzo, con una vida transcendida a personaje de sus novelas pero superándolos a todos, sigue en la brecha y con ganas de morder.

En Madrid — Fnac Callao — 29 de abril. 18:30 h

Pocos parroquianos para un viernes por la tarde en el centro de Madrid y en comienzo de puente capitalino, pero lo dicho, muy fieles y bien pertrechados del nuevo título. Ellroy no se hizo esperar mucho y, antes de comenzar, anduvo por la cuarta planta donde iba a tener lugar la firma. Buena parte del resto de clientes que se paseaba por allí ni reparó en él, y no será porque no se le ve. Una pequeñísima decepción fue que no llevaba puesto su habitual uniforme de camisa hawaiana, que tanto contrasta con su físico alto y desgarbado y gesto temible que tan bien sabe cultivar e impone mucho al personal. Apareció muy formal, con americana azul, pero luego se quedó en camisa de manga corta para ponerse a la faena.

Sin embargo, y ya habiendo medido distancias con él tras su última visita en 2019, sabes que en las distancias cortas, tanto por el tono como por la cordialidad, ese gesto es solo pose. Así que te empieza a hablar como si te conociera o te hubiera visto el día de antes. Además, al no haber mucha gente, se entretuvo con tranquilidad con todos, posando para fotos y charlando sin problemas con unos y otros. A mí incluso me dibujó ese perro, chapurreando español y comentando esa visita en el 19 cuando estuvo presentando Esta tormenta.

Vil venganza. Rabiosamente errónea en retrospectiva. Una quebradura en la cripta de mi alma.

Pánico

Se basa en el personaje real que fue Freddy Otash, una figura de la clandestinidad en Los Ángeles de los años cincuenta, una década recurrente en las novelas de Ellroy.

Otash es un expolicía corrupto caído en desgracia por haber quitado de medio, a sangre fría, a un asesino de policías. El jefe del DPLA, William Parker, lo despide. Reconvertido en detective privado con mala reputación, se dedica también a la extorsión y sobre todo es el matón jefe de Confidential, la revista de cotilleos sobre las debilidades y secretos de estrellas de cine, políticos y gente de la alta sociedad. Así que por las páginas de Pánico desfilan los habituales Jack Kennedy, James Dean, Montgomery Clift, Burt Lancaster, Liz Taylor o Rock Hudson. Y el retrato acerca de ellos y de aquella época vuelve a ser de todo menos complaciente.

Su universo es de nuevo por el que siempre ha transitado Ellroy, que ha dicho más de una vez que a él el presente no le interesa nada porque vive en el pasado. Y no tiene que jurarlo.

Escrita en primera persona, es una confesión al final de su vida (Otash murió en 1992) que va saltando entre tiempos. Con ese estilo corrosivo y enrevesado, que te va marcando el ritmo a cada golpe de frase, como un disparo o una filigrana lingüística como pocos autores logran crear.

Es el léxico de la verdad lisa y llana. Es el diálogo de los dimes y diretes. Es la difamación deleznable y la emoción de la amenaza. Pienso y escribo por medio de la aliteración algorítmica. El lenguaje debe levantar el látigo y lacerar. El lenguaje libera a la vez que ofende.



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