Arthur Rimbaud. Algunos poemas por su nacimiento

Arthur Rimbaud nacía un día como hoy en Charleville, Francia, en 1854. El máximo representante del simbolismo del siglo XIX y uno de esos poetas malditos y extraordinarios que llevaron una vida tan intensa como destinada a durar demasiado poco. De lo primero que leí de Rimbaud fue su poema El aparador, que me llamó la atención precisamente por recordarme uno que había en casa de mis abuelos, también tallado y evocador de mil cosas e historias, justo como las escribió él. Así que, para celebrar ese nuevo aniversario de su nacimiento lo he escogido el primero de otros cuantos más. Pero todo lo de este poeta, reportero, fotógrafo y genio francés merece leerse con detenimiento y saborearlo con placer.

Algunos poemas

El aparador

Un gran aparador tallado -el roble oscuro
emana la bondad de los viejos, tan viejo;
está abierto, y su fondo vierte, cual vino añejo,
oscuras oleadas de aromas obsesivas.

Repleto, es un barullo de antiguas antiguallas,
sábanas perfumadas y amarillas, trapitos
de mujeres y niños, arrugados encajes,
toquillas de la abuela con pintados dragones.

En él encontraríamos medallones y mechas
de pelo blanco o rubio, retratos, flores secas
cuyo olor al olor de los frutos se mezcla.

¡Oh, viejo aparador, cuántas historias sabes!
y quisieras contarlas, por eso, incierto, crujes
cuando tus puertas negras lentamente se abren.

***

La brisa

En su retiro de algodón,
con suave aliento, duerme el aura:
en su nido de seda y lana,
el aura de alegre mentón

Cuando el aura levanta su ala,
en su retiro de algodón
y corre do la flor lo llama
su aliento es un fruto en sazón.

¡Oh, el aura quintaesenciada!
¡Oh, quinta esencia del amor!
¡Por el rocío enjugada,
qué bien me huele en el albor!

Jesús, José, Jesús, María.
Es como el ala de un halcón
que invade, duerme y apacigua
al que se duerme en oración.

***

Sensación

Iré, cuando la tarde cante, azul, en verano,
herido por el trigo, a pisar la pradera;
soñador, sentiré su frescor en mis plantas
y dejaré que el viento me bañe la cabeza.

Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos:
pero el amor sin límites me crecerá en el alma.
Me iré lejos, dichoso, como con una chica,
por los campos, tan lejos como el gitano vaga.

***

¡La hemos vuelto a hallar!

¡La hemos vuelto a hallar!
¿Qué?, la Eternidad.
Es la mar mezclada
con el sol.

Alma mía eterna,
cumple tu promesa
pese a la noche solitaria
y al día en fuego.

Pues tú te desprendes
de los asuntos humanos,
¡De los simples impulsos!
Vuelas según..

Nunca la esperanza,
no hay oriente.
Ciencia y paciencia.
El suplicio es seguro.

Ya no hay mañana,
brasas de satén,
vuestro ardor
es el deber.

¡La hemos vuelto a hallar!
-¿Qué?- -La Eternidad.
Es la mar mezclada
con el sol.

***

Acaso no imaginas

¿Acaso no imaginas por qué de amor me muero?
La flor me dice: ¡Hola! ¡Buenos días!, el ave.
Llegó la primavera, la dulzura del ángel.
¡No adivinas acaso por qué de embriaguez hiervo!
Dulce ángel de mi cuna, ángel de mi abuelita,
¿No adivinas acaso que me transformo en ave
que mi lira palpita y que mis alas baten
como una golondrina?

***

El mal

Mientras que los gargajos rojos de la metralla
silban surcando el cielo azul, día tras día,
y que, escarlata o verdes, cerca del rey que ríe
se hunden batallones que el fuego incendia en masa;

mientras que una locura desenfrenada aplasta
y convierte en mantillo humeante a mil hombres;
¡pobres muertos! sumidos en estío, en la yerba,
en tu gozo, Natura, que santa los creaste,

existe un Dios que ríe en los adamascados
del altar, al incienso, a los cálices de oro,
que acunado en Hosannas dulcemente se duerme.

Pero se sobresalta, cuando madres uncidas
a la angustia y que lloran bajo sus cofias negras
le ofrecen un ochavo envuelto en su pañuelo.



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