James Ellroy. El Perro Rabioso cumple 72 años. Selección de frases

James Ellroy, el Perro Rabioso de la novela negra norteamericana, cumple hoy 72 años. Así que ya son unos cuantos marzos ladrando con su endiablada literatura. Mi historia de amor/desamor con este grande culminó el año pasado cuando tuve la suerte de conocerlo y ponerme al alcance de sus colmillos más afiliados y vacilones. Ya lo conté aquí. Pero hoy, para celebrar su cumpleaños, he hecho una redada de frases de sus novelas, que tengo más que señaladas, subrayadas y manoseadas. Que sean otros cuantos, señor Ellroy.

James Ellroy — Selección de frases

Clandestino (1982)

  • El tiempo y el lugar me imponen. (…) Hoy es hoy y no volverá a ser.
  • La clave del prodigio se hallaba en la muerte. Ya había matado, por dos veces, y aquello me había cambiado. Pero la clave no residía en la muerte, sino en el descubrimiento de lo que había conducido a ella.

A causa de la noche (1984)

  • Mi meta en esta vida es hacer excelentemente bien “nada”. Mi fallo fue que me gustaba hacerlo con coches robados.
  • La noche está para ser conquistada; sólo quien se halla por encima de sus leyes puede conseguir el botín y sobrevivir.

Sangre en la luna (1984)

  • No se llevaba bien con nadie y no le importaba. No era un tonto, ni un atleta ni un hijo de puta. Tampoco era un solitario, simplemente era diferente.

La colina de los suicidas (1985)

  • Sintomáticamente, el sargento Hopkins, un “policía duro” y sibarita declarado, como él mismo se describe, ha seguido sus impulsos violentos y sus deseos sexuales con el fervor atolondrado de un auténtico sociópata.

El asesino de la carretera (1986) 

  • Al quitarles la vida, los conocí en los momentos más exquisitos de su existencia.
  • Saqué mi hacha de acero mate forrado de teflón con el filo garantizado y le lancé un golpe al cuello con ella. La cabeza quedó limpiamente separada del tronco y de la cavidad brotó sangre; los brazos y las piernas se movieron espasmódicamente y, acto seguido, todo su cuerpo se desplomó al suelo. La fuerza del golpe me hizo girar en redondo y, durante un segundo, mi visión abarcó la escena completa: las paredes salpicadas de sangre, el cadáver expulsando un géiser arterial por el cuello, mientras el corazón seguía latiendo por reflejo.

La Dalia Negra (1987)

  • Hay gente incapaz de responder adecuadamente a la cortesía.
  • Me sentí diez veces más asustado de lo que jamás había estado en el ring, y no porque el caos estuviera acercándose a nosotros desde todas las direcciones. Me sentía aterrado, porque, en realidad, los buenos eran los malos.

El gran desierto (1988)

  • Me alegra que estar contigo sea peligroso. Resulta reconfortante.
  • Todo se redujo a dinero, el común denominador que todo lo iguala.

 Los Ángeles Confidencial (1990)

  • Los policías sufrían las mismas tentaciones que los civiles, pero debían contener sus instintos en mayor grado para servir como modelos morales ante una sociedad cada vez más erosionada por la creciente influencia del comunismo, el crimen, el liberalismo y la obnubilación moral.
  • Las notas indicaban a un hombre limitado buscando las estrellas, y alcanzándolas casi todas. Límites superados a través de una furiosa perseverancia. Justicia absoluta, anónima, sin ascensos ni gloria. […] Wendell Bud White visto por primera vez.

Jazz blanco (1992)

  • Su despedida: somos demasiado guapos para perder.
  • Tú también eres un mirón, muchacho. Has entrado en contacto con tus propias tendencias oscuras y ahora disfrutas con la emoción de ser un mero espectador.

América (1995)

  • No se puede perder lo que no se ha tenido nunca.

Mis rincones oscuros (1996)

  • Ella era ni más ni menos que mi salvación.
  • Los muertos pertenecen a los vivos que más obsesivamente los reclaman.

Perfidia (2014)

  • La Historia afecta tanto a los individuos como a las naciones. La Historia adopta la forma de una deuda descomunal que las personas corrientes pagan con sangre.
  • Adoraba a los hombres y enloquecía de deseo reprimido. Eso me empujó a sucesivas aventuras con jazzistas poco dignos de confianza. El sexo no era lo que imaginé. Era tensión, olor y alianzas prosaicas poco convenientes. Fue una revelación dulce y triste, y se truncaron todas mis esperanzas.


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