Poemas de San Valentín

Poemas de San ValentínSe acerca el 14 de febrero y todos quieren dedicar poemas de San Valentín. Ya van más de 1.500 años de que la iglesia cristiana católica pautó esta fecha —siglo V d. C.— para conmemorar las loables obras de hermandad y amor de san Valentín de Roma. Desde entonces, como es bien sabido, millones de personas alrededor del mundo celebran en este día la amistad, pero, sobre todo, el amor en pareja.

Son incontables los poetas que han dedicado su tiempo a enarbolar con sus versos ese hilo fino que hace de dos seres uno solo: el amor. Pensando en todos aquellos románticos que desean dedicar poemas de San Valentín, se ha creado esta delicada lista con obras de: Alejandra Pizarnik, Antonio Machado, Federico García Lorca, Gustavo Adolfo Bécquer, Mario Bennedetti, José Martí, Magaly Salazar Sanabria, Julio Cortázar, Petrarca, James Joyce, Ángel Marino Ramírez, Jaime Sabines, Migueljosé Márquez y más. No dejes de leerlos.

“Quien alumbra”, de la poetisa argentina Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik

Cuando me miras

mis ojos son llaves,

el muro tiene secretos,

mi temor palabras, poemas.

Sólo tú haces de mi memoria

una viajera fascinada,

un fuego incesante.

“Amor”, de la poestisa venezolana Magaly Salazar Sanabria

Magaly Salazar Sanabria

Magaly Salazar Sanabria

Nada de lo que me retuvo, me detiene.  Parezco torpe, pero encuentro paz en ti. Asisto a tu descubrimiento. Eres un bocado del cual puedo alimentarme. Mi cuerpo te mira cuando no lo ignoras. Celebro tu llegada mientras me esfuerzo en darte un nombre. Ven, quiero enseñarte mis alhajas, mis vestidos, mis vinos.  Deseo ver tu forma, la niebla de tu fondo, tu altar, tus cuatrocientos brazos. Siento el mundo rodar, anegarse en ese tiempo que dice que no somos.

“Arde en tus ojos”, del poeta español Antonio MachadoAntonio Machado

Arde en tus ojos un misterio, virgen

esquiva y compañera.

No sé si es odio o es amor la lumbre

inagotable de tu aliaba negra.

 

Conmigo irás mientras proyecte sombra

mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.

—¿Eres la sed o el agua en mi camino?—

Dime, virgen esquiva y compañera.

“Amor eterno”, del poeta español Gustavo Adolfo BécquerGustavo Adolfo Bécquer

Podrá nublarse el sol eternamente;

Podrá secarse en un instante el mar;

Podrá romperse el eje de la Tierra

Como un débil cristal.

 

¡Todo sucederá! Podrá la muerte

Cubrirme con su fúnebre crespón;

Pero jamás en mí podrá apagarse

La llama de tu amor.

“En ti pensaba”, del poeta cubano José Martí

En ti pensaba, en tus cabellos

que el mundo de la sombra envidiaría,

y puse un punto de mi vida en ellos

y quise yo soñar que tú eras mía.

 

Ando yo por la tierra con los ojos

alzados —¡oh, mi afán!— a tanta altura

que en ira altiva o míseros sonrojos

encendiólos la humana criatura.

 

Vivir: —Saber morir; así me aqueja

este infausto buscar, este bien fiero,

y todo el Ser en mi alma se refleja,

y buscando sin fe, de fe me muero.

 

“Bendito sea el año…”, del poeta italiano Petrarca

Petrarca

Petrarca

Bendito sea el año, el punto, el día,

la estación, el lugar, el mes, la hora

y el país, en el cual su encantadora

mirada encadenose al alma mía.

 

Bendita la dulcísima porfía

de entregarme a ese amor que en mi alma mora,

y el arco y las saetas, de que ahora

las llagas siento abiertas todavía.

 

Benditas las palabras con que canto

el nombre de mi amada; y mi tormento,

mis ansias, mis suspiros y mi llanto.

 

Y benditos mis versos y mi arte

pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,

puesto que ella tan sólo lo comparte.

“Mi amor está con un ligero atuendo”, del poeta irlandés James Joyce

Mi amor está con un ligero atuendo

Entre los manzanos,

Donde las brisas bulliciosas más anhelan

Correr en compañía.

 

Allí, donde las brisas joviales moran para cortejar

A las tempranas hojas a su paso,

Mi amor va lentamente, inclinándose

Hacia su sombra que yace en la hierba.

 

Y donde el cielo es una taza de claro azul

Sobre la tierra risueña,

Mi amor camina lentamente, alzando

Su vestido con grácil mano.

 “Una carta de amor”, del poeta argentino Julio CortázarJulio Cortázar, autor de Rayuela

Todo lo que de vos quisiera

es tan poco en el fondo

porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,

esas cosas de nada, cotidianas,

espiga y cabellera y dos terrones,

el olor de tu cuerpo,

lo que decís de cualquier cosa,

conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco

yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,

que me ames con violenta prescindencia

del mañana, que el grito

de tu entrega se estrelle

en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos

sea otro signo de la libertad.

“Soneto de la dulce queja”, del poeta español Federico García Lorca

Federico García Lorca.

Federico García Lorca.

Tengo miedo a perder la maravilla

de tus ojos de estatua y el acento

que de noche me pone en la mejilla

la solitaria rosa de tu aliento.

 

Tengo pena de ser en esta orilla

tronco sin ramas; y lo que más siento

es no tener la flor, pulpa o arcilla,

para el gusano de mi sufrimiento.

 

Si tú eres el tesoro oculto mío,

si eres mi cruz y mi dolor mojado,

si soy el perro de tu señorío,

 

no me dejes perder lo que he ganado

y decora las aguas de tu río

con hojas de mi otoño enajenado.

“Versos de alcoba sin luna”, del poeta venezolano Ángel Marino Ramírez

Ángel Marino Ramírez

Ángel Marino Ramírez

 Versos de alcoba sin luna

donde llueve pura noche,

ser símbolos del derroche

sin moderación ninguna.

 

Toco mi cuerpo y te toco

sin respetar las fronteras,

la cama tiene maneras

de sorber el ruido loco.

 

Mi amor no es indiferente,

es un muro de reflejos

que en los desnudos espejos

aman tu gesto inocente.

 

La erección de una mirada

no la disipa el camino,

esa flecha es un molino

que enciende la llamarada.

 

Cantan las rosas dormidas

cuando mi palabra hambrienta

quiere abrazar la tormenta

de tus caderas suicidas.

 

Ya no cuento los minutos

y mucho menos las horas,

con tus caricias raptoras

el tiempo perdió atributos.

 

Enamorarse da miedo

por su invisible marea:

no es una fácil tarea

sacarle vino al viñedo.

 

Somos los dos conceptivos

cuya castidad se muere,

si la sustancia lo quiere

el diablo busca motivos.

 

Motivos de mano alzada

en tu ángulo más oscuro,

para beber el cianuro

de la pasión prolongada.

 

Y al final el lecho roba

todo el silencio del viento,

yace feliz el aliento

sin luna sobre la alcoba.

“Hagamos un trato”, del poeta uruguayo Mario BenedettiMario Benedetti

 

Compañera

usted sabe

puede contar

conmigo

no hasta dos

o hasta diez

sino contar

conmigo

 

si alguna vez

advierte

que la miro a los ojos

y una veta de amor

reconoce en los míos

no alerte sus fusiles

ni piense qué delirio

a pesar de la veta

o tal vez porque existe

usted puede contar

conmigo

 

si otras veces

me encuentra

huraño sin motivo

no piense qué flojera

igual puede contar

conmigo

 

pero hagamos un trato

yo quisiera contar

con usted

 

es tan lindo

saber que usted existe

uno se siente vivo

y cuando digo esto

quiero decir contar

aunque sea hasta dos

aunque sea hasta cinco

no ya para que acuda

presurosa en mi auxilio

sino para saber

a ciencia cierta

que usted sabe que puede

contar conmigo.

 

“Tu nombre”, del poeta mexicano Jaime Sabines

Jaime Sabines

Jaime Sabines

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.

Trato de escribir que te amo.

Trato de decir a oscuras todo esto.

No quiero que nadie se entere,

que nadie me mire a las tres de la mañana

paseando de un lado a otro de la estancia,

loco, lleno de ti, enamorado.

Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.

Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,

lo grita mi corazón amordazado.

Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,

lo digo incansablemente,

y estoy seguro que habrá de amanecer.

“Amor”, del poeta mexicano Salvador Novo

Salvador Novo

Salvador Novo

Amar es este tímido silencio

cerca de ti, sin que lo sepas,

y recordar tu voz cuando te marchas

y sentir el calor de tu saludo.

Amar es aguardarte

como si fueras parte del ocaso,

ni antes ni después, para que estemos solos

entre los juegos y los cuentos

sobre la tierra seca.

Amar es percibir, cuando te ausentas,

tu perfume en el aire que respiro,

y contemplar la estrella en que te alejas

cuando cierro la puerta de la noche.

 

“El cuerpo de mi amada”, del poeta venezolano Migueljosé Márquez

Migueljose Márquez

Migueljose Márquez

El cuerpo de mi amada

no es un cuerpo de mujer

ni tiene los ojos de su padre

la boca de su madre

ni la albura furiosa de los corsos

impuesta por la fuerza a sus abuelas

en ancestrales noches de conquista

 

el cuerpo de mi amada

ni siquiera es un cuerpo

es acaso una llovizna de la carne

una rebelde imprecación de átomos

reacios a la vana tautología del electrón

y sus eternas rondas sobre el vacío

 

el cuerpo de mi amada

no tiene esquinas ni fronteras

curvas perdidas o ganadas

porque es inmutable como la roca

y no sabe de linderos ni medidas

porque no hay confín para su danza

 

el cuerpo de mi amada

no es de tierra ni es de aire

no se moja ni se quema

no es mío ni suyo ni es de nadie

es un árbol trashumante sin montaña

una aurora hinchada de conticinios

la ungida raíz de todos los pájaros

 

el cuerpo de mi amada

no es la rosa de los vientos

no es la rosa

no es el viento

no es geografía para mapas y fragatas

es todo sur todo valle todo aullido

el pétalo sublevado de la espina

es tormenta soleada

mar de lava en plena tundra

flecha de sol bajo el arco de la luna

muerte que retoña en la remota vida

 

el cuerpo de mi amada

no es la cifra oculta de las cosas

no es la dulce nada

ni la virginidad del silencio

es la indecorosa suavidad de las galaxias

la indecencia colibrí del tiempo

un volcán de ternura en erupción perpetua

planeta de paz palmera y vientre

un azar que en mi boca se reordena

y lo regresa todo a su semilla

 

el cuerpo de mi amada

no es un jardín para hojas secas

el ocio mortal del amor tibio

la burocracia del contacto

no entiende la quietud de la balanza

y siempre anida en la cima o en el pozo

alto alto

hondo hondo

pues de lo contrario

no echa nido

ni alza vuelo

“Decir ‘amar’”, del poeta venezolano Juan Ortiz

Juan Ortiz

Juan Ortiz

Decir «amar»

levanta una casa

que flota a la intemperie.

Es mucho para la tierra,

como una cruz,

como las verdades,

por eso va de tregua en tregua

sobre las lenguas

en los aires.

 

Decir «amar»

conmueve los establos,

relinchando animales

en las raíces del cuerpo.

Es más que la rama

sin llegar a ser árbol,

agua que llueve entre dos horizontes

y nada se inunda,

sino el corazón del que extraña.

Cuando esa cima

me visitó la boca

y tú tocabas

la montaña de hojas en mi pecho,

llevé mis labios a mis manos.

Desde entonces

pareciera que he olvidado

como elevar la morada que somos

con un sonido,

pareciera,

pero donde te pongo la caricia

se apagan los ojos,

algo canta

y nos vemos dentro.

 

“Sin decir ‘te amo’”, del poeta venezolano Juan Ortiz

Si me acompañas en este amor sin decir “te amo”,

estaré a cada instante,

sujeto a ti por más que una palabra,

y la raíz será más honda,

y seremos como una piedra con mariposas por dentro.

 

Voy al lado del camino, lo sabes,

quiero arrancar las paredes del tiempo hasta nuestro ahora,

pero aún falta y morir queda cerca.

 

Vivir esto es comprender el infortunio mientras la sonrisa corona el triunfo,

y vamos de sepelio en sepelio

y la gente va alegre con uno sin saber qué pasa.

 

Esta cruz de café que visita en las horas de la costumbre quita el sueño de la mano contigo,

y saboreo tus muslos, otorgándote adentro las luces de mi lengua…

Para ese entonces volver es tarde,

y el corazón se vuelve un lugar de andar rara vez,

olvidándose de quién fue uno,

porque conviene doblar la vida y guardarla hasta que sea prudente

y pueda verte de nuevo.



from Actualidad Literatura https://ift.tt/B0eluoW
via IFTTT Juan Ortiz

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los mejores libros españoles de la historia

Libros de suspenso y misterio

Carmen Mola: su trilogía