Constantino Kavafis. Aniversario de su fallecimiento. Poemas
Constantino Kavafis falleció en Alejandría el 29 de abril de 1933 donde también había nacido. Estuvo viviendo en Estambul y fue considerado el poeta nacional de Grecia. Se hizo famoso por oponerse a los valores tradicionales del cristianismo, la ética heterosexual, el nacionalismo y el patriotismo. Uno de sus poemas más conocidos es Ítaca, que forma parte de la selección escogida para recordarlo o descubrirlo.
Constantino Kavafis — Poemas
Al atardecer
De cualquier forma aquellas cosas no hubieran durado mucho.
La experiencia de los años así lo enseña.
Mas qué bruscamente todo cambió.
Corta fue la hermosa vida.
Pero qué poderosos perfumes,
en qué lechos espléndidos caímos,
a qué placeres dimos nuestros cuerpos.
Un eco de aquellos días de placer,
un eco de aquellos días volvió a mí,
las cenizas del fuego de nuestra juventud;
en mis manos cogí de nuevo la carta,
y leí y volví a leer hasta que se desvaneció la luz.
Y melancólicamente salí al balcón,
salí para distraer mis pensamientos mirando
un poco la ciudad que amo,
un poco del bullicio de sus calles y sus tiendas.
A la entrada del café
Algo que dijeron al lado mío
dirigió mi atención a la entrada del café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado con su más consumada
experiencia –
plasmando sus armoniosas formas con alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus manos
un sentimiento en la frente, en los ojos, y en los labios.
Cuanto puedas
Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
en esto esfuérzate al menos
cuanto puedas: no la envilezcas
en el contacto excesivo con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.
No la envilezcas llevándola,
trayéndola a menudo y exponiéndola
a la torpeza cotidiana
de las compañías y las relaciones,
hasta que llegue a ser pesada como una extraña.
El espejo en la entrada
La rica mansión tenía en la entrada
un espejo enorme, muy antiguo,
comprado a lo menos ochenta años antes.
Un hermosísimo joven, empleado donde un sastre
(los domingos, atleta aficionado),
estaba allí con un paquete. Lo entregó
a alguien de la casa, y éste lo llevó adentro
para traer el recibo. El empleado del sastre
se quedó solo, esperando.
Se acercó al espejo y se miraba
y se arreglaba la corbata. A los cinco minutos
le trajeron el recibo. Lo tomó y se fue.
Pero el viejo espejo que había visto tanto y tanto,
durante sus muchos años de existencia,
miles de cosas y de rostros,
pero el viejo espejo ahora se alegraba
y se sentía ufano de haber recibido sobre sí
la perfecta belleza por algunos instantes.
El sol de la tarde
Esta pieza, qué bien la conozco.
Ahora se arrienda y también la del lado
para oficinas comerciales. Toda la casa se transformó
en oficinas de corredores, y de comerciantes, y de Compañías.
Ah esta pieza, cuán conocida me es.
Cerca de la puerta aquí estaba el canapé,
y delante de él una alfombra turca;
cerca el estante con dos floreros amari1los.
A la derecha, no, al frente, un armario con espejo.
En el centro, la mesa donde escribía;
y los tres grandes sillones de mimbre.
Junto a la ventana estaba la cama
donde nos amamos tantas veces.
En algún lugar deben estar esas pobres cosas.
Junto a la ventana estaba la cama.
El sol de la tarde le llegaba a la mitad.
Una tarde, las cuatro, nos habíamos separado
por una semana solamente… Ay de mí,
esa semana se volvió siempre.
Ítaca
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
Fuente: Ciudad Seva
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