D. H. Lawrence. Nuevo aniversario de su nacimiento. 7 poemas
David Herbert Richards Lawrence, más conocido como D. H, Lawrence, nació un día como hoy de 1885 en Eastwood, Inglaterra. Escribió novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos, libros de viaje, traducciones y críticas literarias. Y fue considerado desde un transgresor (una de sus novelas se llamó así) hasta un perverso en el tratamiento del amor y el sexo que dio en su obra.
Sus títulos más famosos son El amante de Lady Chatterley, Mujeres enamoradas o Hijos y amantes. Sus poemas son menos conocidos. Así que ahí va una selección de 7 de ellos para recordar este nuevo aniversario de su nacimiento.
Íntimos
¿No te interesa mi amor? —me preguntó con amargura.
Le alcancé el espejo y dije:
¡Tenga a bien dirigirle esas preguntas a quien corresponda!
¡Tenga a bien formular sus pedidos a la central!
¡En todas las cuestiones de importancia emocional,
diríjase directamente a la suprema autoridad!
De modo que le pasé el espejo.
Y en la cabeza me lo hubiera partido,
pero entonces se fijó en su reflejo.
Fascinada, sus ojos lo observaron, perplejos,
mientras yo huía.
El deseo está muerto
El deseo puede estar muerto
y aún así un hombre puede ser
el lugar de reunión de la lluvia y el sol,
maravilla que derroca al dolor
como un árbol en invierno.
Misterio
Soy un enorme
Tazón de besos,
Como el alto
Y delgado cuenco
Llenado en Egipto
Para los excesos de Dios.
Alcé hacia ti
Mi tazón de besos,
Y a través del receso
Azul del templo,
Lloré hacia ti
Con salvajes caricias.
Y hacia mis labios
La pasión deslizó
Un rubor brillante,
Y por mi silueta
Blanca y delgada fluyó
El himno tonante.
De pie frente al altar
Ofrecí el cáliz,
Y lloré hacia el cielo,
Para que te inclines
Y bebas, oh, Señor.
Oh, bebed mi cuerpo,
Que tal vez yo sea
El interior del cuenco,
Como un misterio,
Como el vino inmóvil
En el éxtasis.
Brillantes todavía
En el éxtasis,
Vinos mezclados
De ti y de mí,
En un completo
Y absoluto Misterio.
Quisiera conocer a una mujer
Quisiera conocer una mujer
que fuera como una llama roja en una chimenea
brillando después de las agitadas ráfagas del día
Para que pudiera acercarme a ella
en la dorada tranquilidad del atardecer
y deleitarme realmente a su lado
sin la obligación de esforzarme a amarla por cortesía,
ni la de conocerla mentalmente.
Sin tener que sufrir un escalofrío cuando le hablo.
Lo salvaje en cautividad
Sin reproducirse
Se vuelve melancólico.
Y muere.
Cautivos de una actividad cautiva.
y aunque lo ignoren
los mejores no pueden reproducirse
mató el sexo en el hombre; la simpleza del
deseo es distorsionada, desviada y retorcida.
apretándolos adversamente
en la juventud odian, copulan y lloran.
En una jaula no puede tener lugar.
Entonces hay que destruirla.
para volver a probar.
El mosquito sabe
El mosquito sabe muy bien,
así de pequeño como es,
que su esencia es el arrebato.
Porque después de todo
él sólo se lleva su festín,
no deposita mi sangre en el banco.
Democracia
Soy demócrata cuando amo el sol libre que encuentro en
Los hombres,
y aristócrata cuando detesto a los posesivos, a los
de entrañas mezquinas.
En todo hombre amo el sol
cuando lo veo entre sus cejas,
claro, sin temor, aun pequeño.
Pero cuando veo esos grisáceos hombres de éxito
tan pestilentes y cadavéricos, absolutamente sin sol,
como groseros esclavos de la prosperidad,
balanceándose mecánicamente,
entonces soy más que radical, y quiero manejar una guillotina.
Y cuando veo obreros,
pálidos y sórdidos como insectos, hormigueando
y viviendo como piojos por un poco de dinero,
y no mirando nunca hacia arriba,
entonces quisiera como Tiberio,
que la muchedumbre tuviera una sola cabeza
para podérsela hachar.
Siento que cuando los hombres pierden el sol
no deben existir más.
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