Robert Graves: sus libros más conocidos
Robert Graves fue muchas cosas: escritor, traductor, crítico literario, mitógrafo, poeta. Abarcó otras ramas también. Fue un erudito amante de la historia e investigó sobre los mitos de manera incansable, de forma especial, los griegos. Además de concebir una extensa obra ensayística también se forjó una larga carrera en la novela histórica.
Entre sus obras más reconocidas se encuentran la novela Yo, Claudio, y el ensayo La diosa blanca. Fue condecorado con algunos de los premios más prestigiosos de Reino Unido, como la Medalla de oro de la Reina a la poesía o el Premio James Tait Black. Aquí van algunas de sus obras más conocidas.
Robert Graves: sus libros más conocidos
Adiós a todo eso (1929)
Es otro de sus libros más populares; pero lo primero que llama la atención es que Graves se decidiera a escribir una autobiografía contando con poco más de treinta años. Sin embargo, las vivencias en la Primera Guerra Mundial, un conflicto que lo dejó malherido, fueran causa propicia para escribir este libro. Por supuesto, esta autobiografía sería revisada por el autor décadas después, en 1957. Robert Graves se despide del país que lo vio nacer, repasando su infancia y juventud, años después de la gran guerra, diciendo «adiós a todo eso». Porque posteriormente el autor se marcharía y viviría la mayor parte de su vida en un rincón de Mallorca.
Yo, Claudio (1934)
Yo, Claudio se trata de una falsa autobiografía que Graves quiso hacer del personaje Tiberio Claudio, historiador y emperador romano que vivió entre los siglos I a.C. y I d.C. Para Robert Graves serían de gran utilidad las traducciones que hizo de los textos de Suetonio Vidas de los doce césares. Y aunque Graves conocía muy bien el contexto histórico y los hechos acaecidos extrajo de los textos originales una apreciación un poco personal y selectiva.
Esta seguramente sea, sin duda, una de sus obras más importantes y conocidas. El libro fue llevada a la televisión y contó con enorme éxito de ventas, siendo considerada una de las mejores novelas del siglo XX. Un estupendo retrato de la época imperial romana con todas las traiciones, conspiraciones y crímenes que cupieron en aquel tiempo.
Claudio, el dios, y su esposa Mesalina (1935)
Novela que es continuadora de Yo, Claudio. Prosigue esta simulada autobiografía del emperador Tiberio Claudio, quien tuvo que hacer frente al caos de Roma tras el asesinato de Calígula. Claudio tiene ahora que reconstruir el imperio a pesar de las dificultades y de sus propias dudas e insatisfacciones. Robert Graves se explaya en sus conocimientos sobre la Antigüedad y convierte Claudio, el dios, y su esposa Mesalina en una segunda parte digna de la primera. También sería adaptada a la televisión junto con Yo, Claudio.
El conde Belisario (1938)
Novela en la que Graves nos traslada al siglo VI a la antigua Constantinopla, que era capital del Imperio Romano de Oriente. Son los tiempos del emperador Justiniano. Esta es otra novela histórica donde se narra la vida del general Belisario, el más importante militar de Bizancio. En ese tiempo el personaje protagonista deberá hacer frente a las rebeliones y a los conflictos que agitan el territorio. Cuando los bárbaros amenazan con desbaratar las defensas bizantinas solo el honroso y valeroso Belisario tiene la capacidad de defender el imperio.
El vellocino de oro (1944)
El vellocino de oro es una novela de aventuras que gira en torno a este elemento mitológico. Un grupo de marinos entre los que se cuentan héroes y semidioses (Hércules, Orfeo, Atalanta, Cástor, Pólux, etc.) se embarca en busca del deseado objeto. Es una historia fascinante en la que el lector además de maravillarse podrá descubrir diferentes tradiciones y costumbres de la Antigua Grecia.
Rey Jesús (1946)
Novela que refleja hechos documentos de la vida de Jesús desde un punto de vista histórico, no religioso. Rey Jesús es un ejemplo más de historia ficcionada en la que Graves pone en tela de juicio algunas de las aseveraciones más tradicionales en materia histórica. Pero debe reconocerse el trabajo riguroso del autor que repasa la vida de Jesús. Graves posiciona al hombre revolucionario, que generó múltiples incomodidades en su tiempo, como digno heredero del trono de Israel.
La diosa blanca (1948)
La diosa blanca es una obra de no ficción que representa el mayor trabajo erudito de Robert Graves. Seguramente, su mejor obra, este ensayo especula sobre un sistema matriarcal anterior al patriarcado que impusieran las religiones monoteístas. Más concretamente habla sobre ceremonias primitivas en las que se rendía tributo a diosas de diferentes mitologías. Graves teoriza con un tiempo donde la figura de autoridad era mujer y los hombres no ostentaban el poder que realmente tuvieron. Es un texto elocuente, perspicaz, pero sobre todo místico y asombroso.
La hija de Homero (1955)
La hija de Homero nace de forma curiosa. Graves se topa con una alocada hipótesis que afirma que la Odisea no fue escrita totalmente por Homero, sino que la gran obra clásica habría sido compuesta por una mujer siciliana, la princesa Nausícaa, que es al mismo tiempo un personaje de la misma obra. Así que el autor, cautivado por esta teoría fantasiosa, compuso La hija de Homero, una construcción más cercana a lo ordinario o doméstico, pero sin perder la heroicidad.
Dioses y héroes de la antigua Grecia (1960)
Este es un libro que ilustra con distintas narraciones mitológicas las historias de dioses y héroes griegos. Se trata de aprender de una manera atractiva los mitos de la cultura occidental protagonizados por Zeus, Poseidón, Heracles, Perseo, Pegaso o Andrómeda, por poner algunos ejemplos. Graves demuestra un profundo conocimiento de la mitología y la Historia a través de relatos entretenidos y didácticos.
Sobre el autor
Robert Graves nació en Wimbledon (Londres) en 1895. Estudió en Oxford (King’s College y St. John’s College) y también fue profesor universitario en dicha institución. Participó en la Primera Guerra Mundial en el ejército británico, donde alcanzó el rango de capitán.
Además de su obra histórica y mitológica, su obra poética también le supuso gran satisfacción como escritor. Al participar en el primer conflicto mundial su inspiración le vino precisamente de esta época de su vida, que plasmaría en su poesía. Gravemente herido regresaría pronto a casa, Inglaterra. Fue profesor en Egipto y vivió en otros diferentes países del mundo. Sin embargo, se asentaría en un municipio mallorquín, Deyá (España), donde moriría en 1985.
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