Bárbara Gil. Entrevista a la autora de La leyenda del volcán
Bárbara Gil, periodista, escritora y formadora literaria, publica su segunda novela titulada La leyenda del volcán, que sale hoy al mercado. En esta extensa entrevista nos habla de ella y de muchos temas más sobre el mundo editorial y el proceso creativo de sus historias. Le agradezco mucho su tiempo y amabilidad.
Bárbara Gil — Entrevista
- ACTUALIDAD LITERATURA: Tu nueva novela se titula La leyenda del volcán. ¿Qué nos cuentas en ella y de dónde surgió la idea?
BÁRBARA GIL: Es una aventura histórica y romántica, pero con ritmo de thriller, o eso intenté. Simplificando mucho: culebrón familiar, asesinatos, avance imparable del ferrocarril, esclavitud, nacimiento de las repúblicas bananeras, gestación del capitalismo en Latinoamérica, lucha por la tierra, el descubrimiento de un tesoro milenario, una mujer entre dos hombres, sexo o salseíllo, como lo llaman mis amigas… Y una protagonista que, ante todo, es una gran aventurera.
Me gusta hacer viajar a los lectores, y para mi segunda novela quería encontrar un escenario exótico perfecto: un país al que escapar para reconectar con la naturaleza, con nosotros mismos, pero sobre todo, para vivir una gran aventura. Costa Rica me sedujo por tres motivos: es un país de naturaleza indómita, sin ejército (cuando llegas te saludan con su característico ¡Pura vida!, y así de amable y vital es el carácter de los ticos) y su marco histórico es fascinante, pero desconocido por el gran público.
Cuando leo lo que más me gusta es aprender cosas nuevas, así que compré un billete de avión y me planté allí para investigar. Fue entonces, indagando sobre la historia del país después de la independencia de España en 1821, cuando me di cuenta de lo absolutamente fascinante que fue su nacimiento como nación ligada a la construcción épica del ferrocarril, que propició la carrera meteórica del magnate de los ferrocarriles y las plantaciones de banano del norteamericano Minor Cooper Keith.
Quién fue Minor Cooper Keith
Este hombre fomentó las guerras bananeras para financiar su corporación, pero también gracias a él empezó la carrera por el desarrollo social y económico de Costa Rica que se extendió al resto de Latinoamérica. Fue una figura que determinó el destino no solo de Costa Rica, sino de toda América, e incluso del mundo. Le llamaban el Rey sin corona de Costa Rica, y también el Rey del banano. El horrible término “repúblicas bananeras” surgió en torno a su figura. ¿Cómo era posible que no hubiera ninguna ficción al respecto? Hay documentales, sí, y algunos libros y muchos artículos de periódico, pero un libro de ficción, de corte comercial, no. Aparece en Cien años de soledad, aunque no se puede asegurar que es él porque García Márquez no dice su nombre.
Y entonces se me ocurrió la historia: le inventé una amante, que sería la protagonista, una joven intrépida y soñadora, una gran aventurera que se opondría a la visión conquistadora del imperialismo capitalista de Minor, y representaría metafóricamente el expolio que sufrió Costa Rica durante esos primeros años de búsqueda de identidad y progreso, que tan bien supieron aprovechar los norteamericanos en su propio beneficio.
- AL: ¿Puedes recordar alguna de tus primeras lecturas? ¿Y la primera historia que escribiste?
BG: Recuerdo con especial cariño lecturas que me marcaron en la adolescencia, como El cuarteto de Alejandría, Crimen y castigo, Rojo y negro, y otras lecturas que han influido en los temas que me gusta tratar (supervivencia, exotismo, identidad de las naciones) como Lo que el viento se llevó, Memorias de África o Guerra y paz. Y, por supuesto, las novelas de aventuras que me sirvieron para forjara el carácter de la protagonista de La leyenda del volcán: Los tres mosqueteros, El Quijote, El caballero de la carreta, Los viajes de Gulliver, La isla del tesoro, La vuelta al mundo en 80 días…
Al contrario que algunas de las alumnas adolescentes que vienen a mis talleres y que ya escriben no una, sino varias novelas, yo me puse tarde a ello. Con su edad escribía pensamientos, escenas, pero nada que se pueda llamar historia. Escribí algunos relatos durante la época de la Universidad, pero nada de lo que me sienta especialmente orgullosa. Mi primera novela la escribí con veintinueve años, para el máster de Escuela de escritores de Madrid, y fue tan rara y experimental que algunos profesores me pusieron un 0 y otros un 10.
Escritores, costumbres creativas y géneros
- AL: ¿Un escritor de cabecera? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas.
BG: Los quiero todos. Es que tiemblo frente a esta pregunta porque un día te voy a decir Isabel Allende, Marguerite Duras, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, y al día siguiente, Juan Rulfo, Ignacio Ferrando, Alice Munroe, Iris Murdoch, Dumas. Y al siguiente, Jack London, Raymond Carver, J. D. Salinger, Ray Bradbury, Philip Dick, Stanislaw Lem, Mikhail Bulgakov… Cada uno de su padre y de su madre. Y siempre sentiré la frustración de todos los que no te estoy diciendo porque la lista es inagotable.
- AL: ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer y crear?
BG: Alonso Quijano, Don Quijote. O su versión más divertida: D’Artagnan, el Don Quijote gascón.
- AL: ¿Alguna manía o costumbre especial a la hora de escribir o leer?
BG: Sí: odio tener gente alrededor si estoy en casa escribiendo. Sin embargo, en una biblioteca o en una cafetería me puedo concentrar perfectamente. Creo que tiene que ver con el miedo a que me interrumpan cuando estoy absorta en una escena. Cuando me llama alguien para preguntarme si puede pasar unos días en mi casa en Mallorca, lo paso fatal porque odio decir que no, pero no puedo trabajar con gente. Cuando se lo digo, me responden «tranquila, que yo no voy a molestar», pero a mí me salen sarpullidos solo de pensar que ya no voy a poder escribir.
Si hay gente en mi casa, solo puedo estar pendiente de que ellos estén a gusto. Eso me resulta incompatible con la escritura, que es un trabajo que requiere de tanto aislamiento. Así que cuando viene gente (que viviendo en Mallorca es bastante frecuente), me voy a una biblioteca o a una cafetería.
- AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?
BG: El salón de mi casa, a primera hora de la mañana, con una taza de café.
- AL: ¿Hay otros géneros que te gusten?
BG: Solo hay un género que no me convence: la autoficción actual, que parece que no pasa de moda. Me aburre soberanamente el ombliguismo de algunos autores, esos narradores en primera persona que reflexionan hasta secarte el cerebro y no meten nada de acción. Probablemente también se deba a que cuando leo me gusta evadirme de la realidad por completo. Sé que estoy siendo muy categórica, e incluso injusta con el género, pero, por supuesto, estoy segura de que hay muchísimas excepciones y estoy más que abierta a recomendaciones, aunque reconozco que me cuesta hincarles el diente a esos libros.
- AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?
BG: Ahora estoy leyendo la última novela de Ignacio Ferrando, El rumor y los insectos. Ha ganado todos los concursos de relato y novela de España (los prestigiosos, no los que están dados de antemano), además de un montón de becas y, sin embargo, no es conocido por el gran público. Una injusticia que mucho tiene que ver con el panorama editorial. Eso sí, con esta novela parece que los medios se están fijando por fin más en él, algo con lo que ganaremos todos los lectores.
No estoy escribiendo porque estoy centrada en la promoción de la novela, que estará a la venta en todas las librerías el 25 de mayo, y en mis talleres de escritura, que es el trabajo que me sustenta. Pero estoy corrigiendo aquella novela de la que hablaba antes, la que escribí en el máster, porque trata el tema de la inteligencia artificial, nada que ver con el landscape, que es el género de mis dos últimas novelas. Eso sí, en unos meses empezaré a pensar nuevo destino exótico para mi siguiente historia. Se aceptan sugerencias.
Panorama editorial
- AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial y qué te decidió a ti para intentar publicar?
BG: Se publica demasiado y las ventas están muy polarizadas: 90 000 libros al año, y solo un 0,3 por ciento vende más de 3 000 ejemplares… Uff. Teniendo en cuenta que los autores ganan por norma el 10 % de cada libro, y que una buena novela se tarda en escribir mínimo nueve meses (siempre hay excepciones), pues eso deja a los escritores con el traserillo al aire. Las editoriales no dan abasto y los libreros no saben ya dónde meter tanta novedad. Un día están “entrando” mil libros y al siguiente devolviendo otros tantos. Los lectores tienen tanto donde escoger que no saben qué.
De esto pueden vivir diez autores a los que se les dedican todas las miradas y el presupuesto. Pero ¿qué puedo decir? La escritura es una droga mala, una pasión que nos tiene a los escritores enganchados por el cogote y no nos suelta. Nunca lo dejaría, vivo por y para esto.
Yo he tenido muchísima suerte, que me publique una editorial con tanta historia y nombre como Plaza & Janés, que hace unas ediciones supercuidadas, preciosas, que atiende hasta el más mínimo detalle… e ir de la mano de Alberto Marcos, uno de los mejores editores de España, que sobrevuela el texto como un águila, como si le hubiera sido concedido el don de abarcar una perspectiva más amplia de lo normal, y que te da siempre una visión sobre cada historia que cae en sus manos precisa y aguda. Eso le da sentido a todo en mi caso. El equipo de Plaza hace que el esfuerzo de una siempre merezca la pena y está enfocado a lo más importante: que los lectores disfruten de las historias.
- AL: ¿Qué tal estás llevando el momento actual que vivimos? ¿Te resulta inspirador para historias futuras?
BG: Me resulta inspirador el tema de la IA, aunque sé que suscita muchos miedos y da pie a titulares apocalípticos, que no se agotan. Comparto la preocupación por los puestos de trabajo que puede eliminar, si bien reconozco que me fascina cómo puede potenciar de manera salvaje todas nuestras capacidades: de razonamiento, aprendizaje, creatividad y de planear. Y, como comentaba antes, me inspira para esa novela que estoy revisando.
En cuanto a otros temas como el cambio climático y la sobreproducción, es algo que traté de manera exhaustiva en mi primera novela, Nenúfares que brillan en aguas tristes, un título que es una metáfora que rinde homenaje a las mujeres que murieron en el derrumbamiento de una fábrica de Bangladés en 2013. El temor a una nueva crisis financiera no me inspira, me aterroriza, lo mismo que la guerra en Ucrania, y las de muchos otros países, que preferimos ignorar porque estamos metidos en una bola que ha crecido tanto que ya solo la dirige la inercia. Y las historias de pandemias me chiflan en las novelas y en las series de televisión, pero como realidad eso ya es otro cuento de terror.
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