Rufino Blanco Fombona. Selección de poemas

Rufino Blanco Fombona nacía un día como hoy

Rufino Blanco Fombona nació un día como hoy de 1874 en Caracas. Fue un escritor muy prolífico que cultivó muchos géneros literarios, desde la poesía a ensayos pasando por libros de historia y su autobiografía. También fue político y su oposición a la dictadura de Juan Vicente Gómez lo llevó a la cárcel y al exilio en España y Francia. En Madrid fundaría la editorial América y publicó algunas de sus obras. Más tarde, tras el fallecimiento de Gómez, regresó a Venezuela y terminó siendo presidente del país.

Esta es una selección de algunos poemas de su obra para recordarlo o descubrirlo.

Rufino Blanco Fombona — Selección de poemas

Poetas, acordaos

Cante, cante la tristeza

En el alma y en la lira de olvidados soñadores

Desde el fondo de los vasos

¡Oh, poetas bebedores!

Acordaos, cómo un día

Deshojabais los botones de piadoso sentimiento,

Esperando de la Virgen

El feliz alumbramiento.

Cómo alzabais en voz dulce,

Junto al árbol navideño de juguetes florecido,

La canción de noche buena

Al señor recién nacido.

Si surgía del arroyo

Son de doliente piano,

Vuestros ánimos turbaba la memoria, ya extinguida

De algún cuento saboyano.

Otra pascua, tiempo arriba,

Despuntó al amor primero – castro amor de los amores

Y el alma fue como in prado

Lleno de adorantes flores.

Pobres bardos que miráis

Como presente la sombra, como porvenir al caos,

Os repite las campanas

Al sonar el aleluya:

Acordaos, acordaos.

Canción de la muerte

Cuando nací caían deshojadas

Rosas de luz de la primera aurora;

La vida, con amor en las miradas

Clamó al verme: Salud, Libertadora.

Yo viajo en la saeta envenenada,

En la temida ola traicionera.

Puedo caer en forma de nevada,

Puedo rugir en forma de pantera.

Soy la querida trágica:

Mi amor es como filtro que emponzoña,

Yo soy como la mágica

Y noble margarita de Borgoña.

Si con mis buenos amadores turno,

No tildéis mis pasiones de inconstantes;

Como a sus hijos el voraz Saturno,

Devoro a mis amantes.

Extingo con mis manos temerosas

La ilusión, en las ánimas inquietas,

De núbiles mujeres candorosas

De lánguidos y jóvenes poetas.

Si por azar la vida indiferente

En medio del camino os abandona,

No temáis, os buscaré riënte:

En los labios los besos, la corona

De níveos azahares en la frente,

En complacencia ría,

El elegido que a mi amor sucumba,

Al escuchar la sorda sinfonía

De la macabra orquesta de ultratumba.

El ferrocarril

¡Ay! ¡Mi pobre vecina!

¡Cuál te clava su espina

el dolor; ¡Cuál te mina!

Toses, blanca viajera;

y tu cara de cera

es gentil calavera.

¿Dónde vas a curarte?

¿Quién tu pena comparte?

Interesas al arte,

por el duelo que arrojas

de tus ojos de hojas

en que anidas congojas;

por tus besos, no dados,

tus amores, soñados,

y tus días contados;

por tus facciones,

adorables creaciones

de un pintor e visiones.

Al partir

Estreché sus quince años

besé la boca de flor

y los cabellos castaños

junto al viejo mar cantor.

-Piensa, amada, en el amante,

no me quieras olvidar…

y cayó una estrella errante

en la copa azul del mar.

De la mazmorra

Mi convenio es ruda inharmonía

que en la copa del sauce y del maría,

los pájaros censuran con su canto.

¡Cómo! ¿El viento en cadenas? En quebranto

el espíritu fuerte? Las prisiones

son para el siervo a bravos infanzones,

hombres de presa y corazón de llamas,

la trompeta gloriosa de cien Famas

y el campo azul y las empresas nobles.

Al celemín los granos; no los robles.

¡Pesarme! ¿Quién? ¿Por qué? Jesús lo dijo:

«No Juzguéis». Y será grano de mijo

mi corazón, que vil ventorrillero

diga: «podrido está»; ¿y al basurero?

La justicia es absurda; la justicia

es el triunfo del miedo y la estulticia:

sobre la indomitez y la osadía.

Ruja el león, antes que arribe el día,

en que talen pastores la montaña.

La pavura, que habita la cabaña,

teme a la fiera de doradas crines.

Y alevora en su miedo y en su saña,

piensa trocar los bosques en jardines.

La guerra a muerte

La patria en cruz y con las venas rotas,

cintila, salpicada de rubíes

las campañas son todas de alelíes

bermejos, y de grana las garzotas.

¿No parecen millares de patriotas

en los dientes de hispanos jabalíes?

¿No exponen las cabezas carmesíes

palpitantes, en bárbaras picotas?

Y sucedió un fenómeno celeste

la aurora despuntó por el Oeste

Bolívar en los Andes parecía;

Y tempestad de purpurinas olas

en la tumba rodearon aquel día

ochocientas cabezas españolas.

Cosas del café

La noche era de bruma. Triste, fría

invitaba la noche a la melancolía.

Yo, sin saber por qué, me entristecía.

Una joven pareja, a mi espalda, reñía…

Rompieron. Y rompieron sin la cortesanía

de fingirse un momento de odio, o melancolía.

Yo, sin saber por qué, me entristecía.



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